"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA PRIMERA
SEMANA DE CUARESMA
“Vete primero a reconciliarte con tu hermano, y
entonces vuelve a presentar tu ofrenda”…
La lectura evangélica que nos propone la
liturgia para hoy (Mt 5,20-26), nos reitera la primacía del amor y la
disposición interior sobre el formalismo ritual y el cumplimento exterior de la
Ley que practicaban los escribas y fariseos: “Si no sois mejores que los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Para demostrar su
punto Jesús nos propone dos ejemplos.
El primero de ellos nos refiere al quinto
mandamiento: “Habéis oído que se dijo a los antiguos: ‘No matarás’, y el que
mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano
será procesado. Y si uno llama a su hermano ‘imbécil’, tendrá que comparecer
ante el Sanedrín, y si lo llama ‘renegado’, merece la condena del fuego”. La
“condena del fuego” se refería a la gehena de fuego, el equivalente judío del
infierno.
Esta sentencia de Jesús es un ejemplo de cómo
Jesús no vino a abolir la Ley, sino a darle “plenitud” (Mt 5,17-19). La ley de
Moisés prohibía matar, una prescripción importante para la convivencia humana,
un paso firme hacia la no-violencia (lo mismo que prohíben los códigos penales
en nuestra sociedad actual). Pero se limitaba al acto, no iba a la raíz del
problema.
Jesús no se queda en el exterior; Él
“interioriza” la Ley. Ya no se trata de que un acto, un gesto exterior sea
malo. Todo lo que injurie gravemente al prójimo, o le manche su reputación;
todo aquello que “envenene” las relaciones fraternas entre los hombres es
contrario a la Ley y constituye un pecado grave que puede conllevar pena de
condenación eterna.
La importancia de nuestra disposición de corazón
por encima de nuestros gestos exteriores. Y Dios, “que ve en lo secreto” (Cfr. Mt 6,6), nos juzgará de conformidad. ¡Cuántas
veces “matamos” a nuestros hermanos haciendo comentarios hirientes sobre ellos,
sean ciertos o no, a sabiendas de van a herir su reputación! Cuando lo hacemos,
pecamos contra el quinto mandamiento como si le hubiésemos clavado un puñal en
el costado. Hemos pecado contra el Amor, el principal de todos los
mandamientos.
El segundo ejemplo, prácticamente una
consecuencia del primero, nos remite a nuestra relación con Dios: “si cuando
vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano
tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a
reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
“Vete primero a reconciliarte con tu hermano, y
entonces vuelve a presentar tu ofrenda”… El amor fraterno toma primacía sobre
el culto. Dios nos está diciendo: “Si quieres relacionarte conmigo, tienes que
amar a tu hermano. La razón es clara, cuando tenemos desavenencias o discordias
con nuestro prójimo, nuestra relación con Dios se afecta, se rompe; pierde su
fundamento que es el Amor.
Esto no se limita a cuando nosotros tengamos
una desavenencia con alguien. Basta que nos enteremos que esa persona “tiene
quejas” contra nosotros, con razón o sin ella. Jesús nos está exigiendo que
demos nosotros el primer paso, que reparemos la relación afectada. Entonces
nuestra ofrenda, nuestra oración aderezada con la virtud de la caridad, será
agradable a Él.
Señor, durante esta Cuaresma y durante todo el año, ayúdame a ser agente de reconciliación fraterna, comenzando con mis propias relaciones, para que pueda ofrecerme yo mismo como hostia viva agradable a Ti.
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