"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA CUARTA SEMANA DEL T.O. (1)
A mí me gusta pensar que debe haber aprovechado
ese tiempo para visitar a su madre,
En el relato evangélico de ayer (Mc 6,7-13), se
nos presentaba a Jesús haciendo el primer “envío” de sus discípulos. Los envió
de dos en dos, así que descenderían sobre seis ciudades o aldeas a la vez. Pero
aun así, esa misión puede haber tomado meses. El evangelista no nos dice qué
hizo Jesús durante esos meses. A mí me gusta pensar que debe haber aprovechado
ese tiempo para visitar a su madre, sobre quien los evangelios guardan un
silencio total durante esta etapa de su vida. Trato de imaginarme la escena, y
la felicidad que se dibujó en el rostro de María al ver a su hijo acercarse a
la casa.
De todos modos, Marcos aprovecha ese
“paréntesis” en la narración para intercalar el relato de la muerte de Juan el
Bautista (6,14-29). Algunos ven en este relato un anuncio por parte del
evangelista de la suerte que habría de correr Jesús a consecuencia de la
radicalidad de su mensaje. Juan había merecido la pena de muerte por haber
denunciado, como buen profeta, la vida licenciosa que vivían los de su tiempo,
ejemplificada en el adulterio del Rey Herodes Antipas con Herodías, la esposa
de su hermano Herodes Filipo. Jesús, al denunciar la opresión de los pobres y
marginados, y los pecados de las clases dominantes, se ganaría el odio de los
líderes políticos y religiosos de su tiempo, quienes terminarían asesinándolo.
Marcos coloca este relato con toda intención
después del envío de los doce, para significar la suerte que podía esperarles a
ellos también, pues la predicación de todo el que sigue el ejemplo del Maestro
va a provocar controversia, porque va a obligar a los que lo escuchan a
enfrentarse a sus pecados. De este modo, el martirio de Juan el Bautista se
convierte también en un anuncio para los “doce” sobre la suerte que ha de
esperarles.
Hoy nosotros estamos llamados a volver los ojos
a Cristo, “el mismo ayer y hoy y siempre”, como termina la primera lectura de
hoy, tomada del último capítulo de la carta a los Hebreos (13, 1-8). El autor
finaliza su carta con una serie de consejos para llevar una vida virtuosa de
acuerdo con las enseñanzas de Jesús. Virtudes que cobran relevancia en la
sociedad desordenada y egoísta que nos ha tocado vivir: la hospitalidad, la
compasión por los que se ven privados de su libertad, por los enfermos y los
que sufren por cualquier causa, el respeto a la santidad del matrimonio, la confianza
en la Divina Providencia, y el agradecimiento a los predicadores y gobernantes.
Esa conducta y ese mensaje pueden resultar
escandalosos, especialmente para aquellos que adelantan una agenda que pretende
desvirtuar la institución de la familia y el matrimonio, quienes nos criticarán
e intentarán acallarnos. El autor nos exhorta a poner toda nuestra confianza en
Dios, citando el Salmo 118: “El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá
hacerme el hombre?”
Esa es la confianza que debemos tener cuando llevemos
a cabo nuestra misión profética de anunciar la Buena Nueva y denunciar el
pecado y la injusticia donde les veamos. Para eso fuimos ungidos en nuestro
bautismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario