"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SEXTO DOMINGO DEL T.O. (B)
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: «Quiero: queda limpio.»
En la lectura que nos presenta la liturgia de
hoy (Mc 1, 40-45) vemos la reacción de Jesús ante un leproso que se presenta
ante Él y le pide que lo cure: “Si quieres, puedes limpiarme”, le dice el
leproso. Un acto de fe. Jesús se conmueve ante la situación del leproso:
“Sintiendo lástima (la palabra griega utilizada significa “conmovido en las
entrañas”, con referencia a las entrañas maternas, a ese amor que solo una
madre es capaz de sentir por el hijo de sus entrañas), extendió la mano y lo
tocó, diciendo: ‘Quiero: queda limpio’”.
Como hemos dicho en ocasiones anteriores, de
todos los evangelistas, Marcos es quien más acentúa la dimensión humana de
Jesús. Marcos habla con toda naturalidad de las emociones intensas de Jesús,
mientras que Mateo y Lucas tienden a omitirlas o mitigarlas en los pasajes
paralelos (comparar este pasaje con los relatos paralelos en Mt 8,3 y Lc 5,12).
Hay otro detalle que quisiéramos resaltar. La
lectura nos dice que Jesús “tocó” al leproso, algo que chocaba con la Ley,
rayando en el escándalo. La lepra era la peor enfermedad de la época de Jesús.
Nadie podía acercarse ni tocar a los leprosos. De hecho, los leprosos eran
aislados, marginados de la sociedad. Como nos dice la primera lectura de hoy
(Lv 13,1-2.44-46), tenían que caminar gritando: “¡Impuro, impuro!”, para que
todos se alejasen. Aun así, el leproso decide acercarse a Jesús. Reconoce su
poder. Jesús, por su parte, quiere dejar establecido que el amor, la
misericordia, están por encima de la Ley, como cuando cura en sábado (Mc 3,
1-6; Lc 13-14).
Si analizamos esta lectura más allá de la
historia que nos presenta, vemos cómo ese leproso nos representa a todos
nosotros. Sí, nuestro pecado es como una lepra que carcome nuestra alma, y solo
el poder sanador de Jesús, producto de su compasión e infinita misericordia, es
capaz de curarnos. Tan solo tenemos que acercarnos a Él con el corazón contrito
y humillado (Cfr. Sal 50), y la
certeza de que solo Él puede sanarnos. Entonces escucharemos su voz que nos
dice: “Quiero: queda limpio”.
La lectura nos dice que Jesús, luego de curar
al leproso le pide que no se lo diga a nadie: “No se lo digas a nadie; pero,
para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo
que mandó Moisés”. El famoso “secreto mesiánico” del evangelio según san
Marcos. Está claro que Jesús no quiere hacer alarde de su poder. Tampoco quiere
comprometer su misión.
Como todo el que ha tenido un encuentro
personal con Jesús, el leproso no puede contener su alegría. Tiene que
compartir su experiencia con todos. “Cuando se fue, empezó a divulgar el hecho
con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en
ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas
partes”.
Y tú, ¿has tenido un encuentro personal con
Jesús? Si de veras lo has tenido, no podrás contener las ganas de compartir esa
experiencia con todos. De eso se trata…
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