"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA QUINTA SEMANA DEL T.O. (1)
Tomando los siete panes, dijo la acción de
gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.
Hoy la liturgia nos ofrece como lectura
evangélica la “segunda multiplicación de los panes” (Mc 8,1-10). Como veremos
más adelante, Marcos aprovecha la narración de esta segunda multiplicación para
enfatizar lo que ha venido presentado en las lecturas de los días anteriores,
que la mesa de Jesús está abierta a todos, judíos y paganos. También nos apunta
hacia el sacramento que constituirá el culmen del culto cristiano: la
Eucaristía.
La narración comienza diciendo que había “mucha
gente” que seguía a Jesús y “no tenían qué comer”. A renglón seguido Marcos
destaca una vez más la dimensión humana de Jesús; nos presenta a un Jesús capaz
de sentimientos profundos, un Jesús rico en misericordia, que se compadece de
los que tienen hambre y comparte su pan: “Me da lástima (otras
traducciones dicen que sintió “compasión”) de esta gente; llevan ya tres días
conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van
a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos”. Esta última
aseveración también nos apunta a la universalidad de la redención en la persona
de Cristo Jesús, haciéndose eco de la referencia a “los que vienen de lejos”,
frase utilizada en el libro de Josué (9,6), y en Is 60,4 para referirse a los
paganos.
Esto último adquiere mayor relevancia cuando
tomamos en cuenta que Marcos escribe para los paganos de la región itálica.
Estos comprenden el mensaje que se les quiere transmitir: Ellos, que han
“venido desde lejos”, también están invitados al banquete eucarístico de los
tiempos mesiánicos.
De hecho, si comparamos la primera
multiplicación de los panes con esta segunda, vemos más claro aún la relación
entre la Eucaristía y la universalidad de la salvación. Así, por ejemplo, la
primera ocurre en territorio judío para los judíos; la segunda ocurre en
territorio pagano (la Decápolis). En la primera Jesús “bendijo” los panes,
mientras que en la segunda pronunció la “acción de gracias” (eu-caristein en griego), un término familiar para los
paganos, que sería adoptado por los cristianos para referirse a la celebración
del sacramento que constituye el culmen de la liturgia, el banquete eucarístico
al que todos estamos invitados y en el cual Jesús se nos ofrece a sí mismo como
“pan de vida” (Cfr. Jn 6,35).
Además, en ambos relatos hay un sobrante, una
sobreabundancia de panes, símbolo de un alimento que es inagotable y, por
tanto, debe ponerse a disposición de los demás.
Hoy nosotros, como Iglesia, hemos recibido la
misión de anunciar la Palabra, la Buena Noticia del Reino a todos los pueblos
de la tierra. Y ese anuncio va unido a un “dar de comer”, a practicar las obras
de misericordia, a “servir” en el sentido más amplio de la palabra. Como hemos
señalado en otras ocasiones, no tenemos que hacer milagros espectaculares como
la multiplicación de los panes, pero sí podemos atender, acompañar, dedicar
nuestro tiempo y compartir nuestros recursos, por escasos que sean, con los más
necesitados. Entonces estaremos efectuando una verdadera “multiplicación” del mensaje
inagotable de caridad, paz, esperanza y bienestar que Jesús nos legó en su
actitud hacia los más necesitados.
Que tengan un hermoso fin de semana y, los que puedan, no olviden visitar la Casa del Señor. Allí hay pan en abundancia.
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