"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DEL T.O
Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se
compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor.
La lectura del Evangelio que la liturgia nos
propone para hoy (Mc 6,30-34) retoma la narración del primer “envío” que
leíamos el pasado jueves (Mc 6,7-13). Hoy se nos presenta el regreso de los
apóstoles de esa misión. El evangelista no nos dice cuánto tiempo estuvieron
misionando, solo nos dice que “los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y
le contaron todo lo que habían hecho y enseñado”. Me imagino el entusiasmo de
los apóstoles contando todas sus peripecias durante la misión. Había llegado la
hora del “informe”, de comparar notas con el Maestro, de recibir crítica
constructiva de Él.
Así debería ser la Asamblea eucarística del
domingo. Cada vez que terminamos la misa, con el rito de conclusión, el
sacerdote nos “envía” a la aventura de la vida a vivir lo que celebramos,
llevando a Jesús en nuestros corazones, para que con nuestros quehaceres
diarios alabemos y bendigamos al Señor. Así, después de nuestra “misión”
durante la semana, nos reunimos nuevamente el siguiente domingo en torno a la
mesa con Jesús, tal como lo hicieron los apóstoles en el pasaje evangélico de
hoy. Cuando el Señor nos pregunte sobre la misión que nos encomendó, ¿qué le
vamos a decir?
Jesús está consciente de que después del viaje
misionero los apóstoles deben estar cansados y hambrientos. Por eso les dice:
“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. El descanso y
la alimentación son necesarios para mantenerse saludables y poder continuar
predicando. En la celebración eucarística del domingo el Señor nos brinda un
espacio de descanso de los trajines de la vida diaria, y nos alimenta con su
Palabra y su Persona.
Continúa diciendo el relato que era tanta la
gente que “no encontraban tiempo ni para comer”. Se montaron en una barca para
ir a otro lugar tranquilo, pero la gente los siguió corriendo por la orilla del
lago y se les adelantaron.
Al ver a la gente, Jesús sintió “lástima de
ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con
calma”. Vio la necesidad, el hambre espiritual de aquella multitud, y se sintió
conmovido, al punto del sacrificio. Aquí se destaca otra dimensión de Jesús. En
este pasaje Marcos nos presenta, no tanto el gran hacedor de milagros, sino el
Pastor que cuida de su rebaño, aludiendo a una figura que encontramos en el
antiguo testamento para referirse al pueblo de Israel que se había descarriado:
“He visto a todo Israel disperso por las montañas, como ovejas sin pastor” (1
Re 22,17). Asimismo, nos lo presenta como el hombre sensible, que se compadece.
Recordemos que Marcos es quien más acentúa la dimensión humana de Jesús, quien
habla con toda naturalidad de las emociones intensas de Jesús.
Trato de imaginar qué le diría Jesús a aquella
multitud. Marcos no nos ofrece detalles sobre el contenido de la enseñanza de
Jesús. Debemos suponer que les hablaba de la llegada del Reino, pues Marcos
había establecido esto como la misión de Jesús, desde el comienzo de su
Evangelio (1,14-15).
Esa es también nuestra misión (Mc 16,15).
¿Aceptas el reto?
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