"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MARTES DE LA SEXTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Tened cuidado con la levadura de los fariseos
y con la de Herodes”.
En el relato evangélico que contemplábamos
ayer, habíamos dejado a Jesús embarcándose y zarpando “a la otra orilla”, luego
de haber reprendido la falta de fe de los fariseos, quienes le habían pedido
“un signo del cielo”. El pasaje de hoy (Mc 8,14-21) retoma la narración cuando
ya están en la barca y nos presenta una conversación aparentemente trivial y
cotidiana entre los apóstoles, en la que se quejaban porque se les había
olvidado traer suficiente pan para la travesía (“no tenían más que un pan en la
barca”).
Jesús, todavía pensando en el encuentro que
acababa de tener con los fariseos, escucha la queja de los discípulos y les
dice: “Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes”. Una
vez más encontramos a Jesús criticando al poder ideológico-religioso y político
de su tiempo (eso le costará la vida). En esos tiempos la “levadura” era
considerada generalmente (excepto cuando se utiliza en las parábolas del Reino)
como fuente de impureza y de corrupción (1 Co 5,6.8; Ga 5,9). Al utilizar este
término dentro del contexto del pan (los judíos consumían panes ázimos
especialmente en la fiesta de la Pascua y Ázimos), Jesús alude a la corrupción
del pan-doctrina, por un lado con la “levadura” de los fariseos quienes
esperaban y predicaban para el pueblo de Israel un Mesías poderoso, un líder
militar, y por otro lado de Herodes, un rey que había llegado al poder de forma
ilegítima.
Tras enfrentar a los fariseos, Jesús tiene que
enfrentar también la incomprensión de los suyos, quienes no entendieron lo que
quería decirles, y comentaron entre sí: “Lo dice porque no tenemos pan”. Estaba
claro que los discípulos no acababan de entender a Jesús. Y una vez más les
reprende: “¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan
torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís?”.
Jesús tenía razón para estar molesto. Los
discípulos habían escuchado su Palabra y habían dejado todo para seguirle,
habían sido testigos de su poder para echar demonios, curar toda clase de dolencias
y enfermedades, lo habían visto caminar sobre las aguas y, además, habían sido
testigos de dos multiplicaciones de panes. Es decir, habían sido testigos de la
misericordia y providencia divinas en la persona de Jesús, ¡y se quejaban
porque solo tenían un pedazo de pan para la travesía! Ellos mismos habían
tenido la experiencia de salir a predicar tan solo con lo que llevaban puesto,
y el Señor siempre les había provisto lo necesario (Mc 6,6b-13). Trato de
imaginar la frustración de Jesús: “¿Y no acabáis de entender?”.
¿Cuántas veces nosotros nos “ahogamos en un
vaso de agua”, preocupados y contrariados por las dificultades y carestías
periódicas que enfrentamos, y permitimos que nuestras almas se corrompan con la
“levadura” de la falta de confianza en la palabra de Dios y su Providencia
Divina? Se nos olvida que al igual que las aves del cielo, que no siembran, ni
cosechan, ni recogen en graneros, nuestro Padre que está en los cielos siempre
nos provee (Cfr. Mt 6,26).
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