"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA SEXTA SEMANA DEL T.O. (1)
“¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un
signo a esta generación”.
“En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y
se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo
del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: “¿Por qué esta generación
reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación”. Los
dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla” (Mc 8,11-13). Este corto
pasaje que nos propone la liturgia para hoy lunes de la sexta semana del tiempo
ordinario como lectura evangélica, nos invita a reflexionar sobre nuestra fe.
Aquellos se negaban a aceptar el anuncio de
Reino de parte de Jesús porque les faltaba fe, que no es otra cosa que “la
garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve” (Gál 11,1). Sabemos
por los relatos evangélicos que Jesús era un maestro del debate. Imagino que
cuando los fariseos se sintieron acorralados ante los argumentos contundentes
de Jesús, en un intento de quedar bien delante de los que les escuchaban,
decidieron ponerle a prueba exigiendo un signo del cielo. Un riesgo para ellos
y una tentación para Jesús; la oportunidad de demostrar su poder, como cuando
el demonio tentó a Jesús en el desierto luego de ayunar por cuarenta días: “Si
eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes” (Mt 4,3).
Pero Jesús no vino a demostrar su poder sino a servir, a dar su vida por la
salvación de todos. Los milagros que hace son producto de su amor y
misericordia infinitos, no para demostrar su poder.
Aun así, los que decidimos seguir al Señor y
proclamar su Palabra, en ocasiones nos sentimos frustrados y quisiéramos que
Dios mostrara su poder y su gloria a todos, para que hasta los más incrédulos
tuvieran que creer, experimentar la conversión. Y es que se nos olvida la cruz…
Si fuera asunto de signos, las legiones celestiales habrían intervenido para
evitar su arresto y ejecución (Cfr.
Jn 18,36). El que vino a servir y no a ser servido no necesita más signo que su
Palabra.
Hoy que tenemos la Palabra de Jesús, sus
enseñanzas, y su Iglesia con los sacramentos que Él instituyó, tenemos que
preguntarnos: ¿Es eso suficiente para creer, para moverme a una verdadera
conversión, o me gustaría al menos un “milagrito” para afianzar esa
“conversión”? ¿Acaso no basta el milagro que se efectúa sobre el altar cada vez
que las especies eucarísticas se convierten en el cuerpo, la sangre, el alma y
la divinidad de Jesús? ¡Ah!, pero para percibir ese milagro hace falta fe…
Pienso en esos “televangelistas” con su
espectáculo multitudinario en el cual los ciegos recuperan la vista, los
tullidos caminan, los sordos recuperan la audición y el habla, etc., etc., y me
pregunto: ¿Acaso los que presencian esos portentos creerían igual si no
tuvieran esos “signos”? La Buena Noticia del Reino, ¿necesita de “signos”
visibles para ser creída? Esas personas creen creer porque “ven”… (Cfr. Jn 20,25). ¿Es eso fe?
A veces el verdadero milagro consiste en la
felicidad que produce el saberse amado por Dios en medio de la enfermedad, del
dolor, de las dificultades y de las pérdidas, y confiar en su promesa de Vida
eterna.
Que pasen una hermosa semana…
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