"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL T.O. (A)
La primera lectura
que nos propone la liturgia para este trigésimo segundo domingo de tiempo
durante el año, tomada del libro de la Sabiduría (6,12-16), nos presenta uno de
los dos grandes temas que aborda: la sabiduría hipostasiada, es decir, como algo,
o más bien, “alguien” real que todos debemos buscar para que nos enseñe cómo
ordenar nuestras vidas. “La ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los
que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean”.
El Evangelio, por su parte,
nos presenta la parábola de las doncellas necias y las doncellas sensatas (Mt
25,1-13), que nos invita a estar preparados, vigilantes. Esta parábola nos
presenta la espera por el “esposo” que tardaba en llegar: “Se parecerá el reino
de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al
esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas (sabias). Las necias, al tomar las
lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sabias se llevaron alcuzas de
aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se
durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a
recibirlo!” Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a
preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sabias: “Dadnos un poco de
vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero estas contestaron: “Por
si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la
tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que
estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas
entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron
también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él
respondió: “Os lo aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no sabéis
el día ni la hora”.
Al igual que en la parábola de
los talentos que sigue a esta (Mt 25,14-30), las doncellas necias no hicieron
nada “malo”. Pero tampoco hicieron nada para estar preparadas para recibir al
Esposo cuando llegara. No hacer nada es también una manera de hacer el mal; es
el equivalente del gran pecado de nuestros tiempos: el pecado de omisión.
Está claro; Jesús es el “Esposo” en quien se hace presente el Reino de Dios, representado en el banquete de bodas. Cristo nos invita a ese banquete, a tomar una decisión ante Él y a vivir de tal manera que estemos preparados para ir a su encuentro en cualquier momento, no vaya a ser que, por no tener nuestra alcuza llena de aceite, cuando finalmente llegue y acudamos a su encuentro ya la puerta se haya cerrado, y cuando toquemos nos diga: “No te conozco”.
La invitación está cursada y la mesa del banquete está dispuesta. La pregunta obligada es: Cuando llegue el Esposo (puede ser esta noche), ¿estaré preparado para salir a su encuentro y entrar al banquete?
No hay comentarios:
Publicar un comentario