"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MARTES DE LA TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2)
“A los jóvenes, exhórtalos también a ser prudentes, presentándote en todo
como un modelo de buena conducta”.
En el Evangelio que hubiéramos leído ayer, de
no haber coincidido con la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan
de Letrán (Lc 17,1-6), Jesús nos exhortaba a no “escandalizar” con nuestra
conducta, a vivir una vida acorde a sus enseñanzas. Ayer también en la primera
lectura (Ti 1,1-9), Pablo instruía a Tito, a quien había dejado a cargo de
terminar de organizar la comunidad de Creta, sobre las características que
debían adornar a los presbíteros y obispos, insistiendo que debían ser personas
“intachables”, que sirvieran de ejemplo a la comunidad.
En la primera lectura de hoy (Ti 2,1-7a.11-14),
secuela de la de ayer, Pablo aconseja a Tito sobre lo que debe, a su vez,
aconsejar a todos los feligreses de su comunidad; tanto a los ancianos y
ancianas, como a los jóvenes.
“Di a los ancianos que sean sobrios, serios y
prudentes; que estén robustos en la fe, en el amor y en la paciencia. A las
ancianas, lo mismo: que sean decentes en el porte, que no sean chismosas ni se
envicien con el vino, sino maestras en lo bueno, de modo que inspiren buenas
ideas a las jóvenes, enseñándoles a amar a los maridos y a sus hijos, a ser
moderadas y púdicas, a cuidar de la casa, a ser bondadosas y sumisas a los
maridos, para que no se desacredite la palabra de Dios. A los jóvenes,
exhórtalos también a ser prudentes, presentándote en todo como un modelo de
buena conducta”. Pablo exhorta a Tito a practicar lo que predica, pidiéndole
que se presente él mismo como modelo, “para que la parte contraria se
abochorne, no pudiendo criticarnos en nada”.
Estos consejos de Pablo podrían, a primera
vista, parecer una lección de urbanismo, de prácticas para la buena convivencia
social (además de un tanto machistas, reflejo de la cultura de la época). Pero
si continuamos leyendo vemos que Pablo va más allá; sus consejos van dirigidos
a prepararnos para algo más importante: “Porque ha aparecido la gracia de Dios,
que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la
impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria,
honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa
del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo”.
La conducta sobria y prudente a que nos exhorta
Pablo no es otra cosa que el seguimiento de Cristo, quien supo renunciar a los
deseos mundanos, incluyendo la fama, el poder y la gloria, en aras del
verdadero valor: el Reino. Ese Reino que “ya” está aquí, pero que “todavía”
aguarda “la dicha que esperamos”, la segunda venida de Cristo que ha de marcar
el final de los tiempos, para su culminación.
Está claro también que Pablo está consciente
que solos no podemos llevar esa conducta intachable que nos exige el
seguimiento de Cristo, que necesitamos de “la gracia de Dios” para “enseñarnos”
a hacerlo. Por eso tenemos que invocar el Espíritu Santo para que esa “gracia
de Dios” se derrame sobre nosotros y nos permita, por nuestra conducta, ser
contados entre los enumerados en el “libro de la vida” (Cfr. Fil 4,3; Ap 3,5; 13,8; 20,12; 21,27).
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