"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Comentarios a la Palabra de Dios
DOMINGO XXXII (T.
ORDINARIO)
CICLO
A
¡ESTAR
EN VELA!
Sab. 6, 12-16
12
Radiante e inmarcesible es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la
aman y la encuentran los que la buscan.
13
Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan.
14
Quien madrugue para buscarla, no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada.
15
Pensar en ella es la perfección de la prudencia, y quien por ella se desvele,
pronto se verá sin cuidados.
16 Pues ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella: se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
- Aquí ya se designa a la “sabiduría” no sólo como una doctrina (v. 9) sino la verdad
divina que brilla a través de ella y solicita interiormente al
hombre (v. 13) (Jn. 6, 44; Fp. 2, 13; I Jn. 4, 19). Esta sabiduría
muestra desde dentro al hombre a ser prudente con una prudencia sobrenatural,
le enseña a no gastar la vida en cosas vanas, sino a emplearla en el
servicio y la espera de Dios.
(v. 12-13) - Es la vigilancia solícita
del que ama la Sabiduría (Jn. 14, 21) (Pr. 8, 17) (Eclo. 6, 27): el que ama
llega a contemplar y el que busca halla (Mt. 7, 7s.). Luz propia
tiene la sabiduría, por ello atrae tanto en las tinieblas de nuestro espíritu y
la busca el que ama la verdad, porque ya de antes se anticipó para darse a
conocer a aquellos que tienen grandes deseos, deseos inmarcesibles como
es la sabiduría (inmarchitables).
(v. 14-16) - El que madruga en su corazón para buscarla ve que no es él el primero en el encuentro sino que Ella ya hace tiempo le estaba buscando (Eclo. 39, 5; 6, 36) y esperando. Pensar en la sabiduría es el camino para adquirir la prudencia perfecta, no la prudencia de la carne sino la de Dios. Su meditación en todo tiempo nos transforma en hombres pacíficos, que no temen nada porque nada les turba ni les da miedo. En todos sus pensamientos le sale al paso “radiante” y se les muestra benévola (Pr. 1, 20-21 y 8, 2-3) (Is. 65, 1-2.24) (Eclo. 15, 2) (I Jn. 4, 10).
I Tes. 4, 13-18
13
Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para
que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza.
14
Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios
llevará consigo a quienes murieron en Jesús.
15
Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que
quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron.
16
El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de
Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer
lugar.
17
Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en
nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos
siempre con el Señor.
18
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
- Después de advertir y exhortar S. Pablo a
los tesalonicenses en forma igual a como solía hacer en todas las comunidades
recién fundadas, pasa a tocar un punto de especial interés para ellos. Por
Timoteo ha sabido que en la comunidad reina tristeza y
también error a causa de un conocimiento defectuoso de la fe.
Les exhorta a no estar tristes en forma de aclaración.
(v. 13) -
La falta de esperanza hace a una vida triste. La esperanza es
la que sostiene al hombre en esta vida y sin ella no puede vivir, se pone
triste, aunque no admita que lo está. Así el que no espera más allá de la
muerte busca aquí en la tierra un futuro mejor y al no hallarlo su tristeza o
debilita sus fuerzas o le hace salir de sí mismo para buscar ese bien fuera de
sí. Las dos posturas: pasividad o activismo furioso son
peligrosas para un cristiano.
- Por la fe sabemos que
existe un futuro glorioso. La esperanza del cristiano se yergue incluso sobre
su tumba. Así se destierra el fatídico cansancio y la laboriosidad falsa.
(v. 14) -
El hombre vive con todo su cuerpo y sus sentidos y
éste le condiciona totalmente. Una salvación plena para el cristiano consiste
en una resurrección del cuerpo y en una nueva
creación. ¿Cómo
será? Sólo sabemos que seremos semejantes al Señor resucitado (Fp. 3, 20s.)
(Rm. 8, 21) (I Cor. 15, 44) (Rm. 8, 23) (Rm. 8, 19). Quien cree en un Dios
creador le resulta fácil creer que Dios puede crear de nuevo todo lo
creado, que puede crearlo mejor (Ap. 21, 5) (Ap. 21, 1).
- Cristo es “primicia de los que están dormidos” I Cor. 15, 20. El es causa de nuestra resurrección
4, 16. “Primero Cristo y
después los de Cristo en su advenimiento” (I Cor. 15, 22s.). En El y por El se realiza
nuestra resurrección.
- Todos los “dormidos” se incorporarán al victorioso cortejo de Cristo
cuando llegue la gloria final. No sólo hemos de alegrarnos por la bienaventuranza
eterna sino también por el día de la parusía, pues ese día
será el día de la victoria del Señor (I Cor. 15, 24). La esperanza de poder
participar en esta fiesta nos consuela en medio de todas las luchas.
(v. 15) -
La doctrina de la resurrección de los muertos y juicio final pertenecía según
(Heb. 6, 2) a los principios de la predicación misionera y así lo hizo S. Pablo
en Tesalónica, pero estos fieles tenían una idea falsa del orden de estos
acontecimientos. Algunos recién convertidos habían muerto y creían que éstos no
participarían en la gran fiesta del advenimiento de Cristo. No, les dice S.
Pablo, los bautizados que mueren antes de la Parusía, serán resucitados a
tiempo para que todos a una celebremos la gran fiesta.
(v. 16-17) - Por esto S. Pablo les
pinta un cuadro del orden de estos eventos futuros. Dios dará la señal (Mc.
13, 32), la hora final está escondida en el seno de su santa voluntad. (3, 13)
La voz del arcángel Miguel y la señal de la trompeta llegará
hasta las tumbas de los muertos junto con los que aún
vivimos. Y aquí comienza la fiesta (1, 10) (II Tes. 1, 7s). Los fieles
escaparán al castigo y se congregarán junto a Cristo, serán arrebatados a
El en forma propia de Cristo: “aire” y en las “nubes” (todo son imágenes) I Cor. 15, 51s., necesitamos
una gran transformación para estar con El.
(v. 18) -
Alcanzada esta meta ya no hay nada que desear y (Rm. 8, 32) viviremos
siempre en comunión con Cristo. (II Tes. 1, 9). Esta meta nos consuela aquí
abajo (Fp. 3, 20) (Col. 3, 4).
- Las palabras de S. Pablo son esperanza para el futuro. Los cristianos han de consolarse unos a otros: así la existencia se llena de luz y huyen las tinieblas que impiden la visibilidad y son causa de tristeza.
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