"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Manuel Enrique Figueroa
SERIE FRATELLI TUTTI (V).
¿CUÁNTOS EXTRAÑOS NOS ENCONTRAMOS EN EL CAMINO DE NUESTRA VIDA?
El capítulo segundo de la Encíclica tiene un
interesante título: Un extraño en el camino. El Papa Francisco nos
manifiesta su deseo de buscar luz en medio de las tinieblas que vivimos y
darnos algunas líneas de acción, e inicia su mensaje recordando una parábola de
Jesús mostrada en Lucas, 10, 25-37. La parábola recoge el diálogo entre Jesús y
un maestro de la Ley, quien le pregunta ¿Quién es mi prójimo? Jesús hace un
relato sobre un hombre que marchaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado
quedando malherido en el camino. Un sacerdote y un levita lo vieron y pasaron
de largo, pero un samaritano lo atendió con sumo cuidado. Jesús pregunta al
maestro de la Ley ¿Cuál de los tres se comporto con el hombre sufriente? El
maestro contesta que el tercero, el samaritano, el que lo trató con
misericordia. Y Jesús le dice: Tienes que ir y hacer lo mismo.
El mensaje es claro. Creo que todos tenemos
claro quién es nuestro prójimo y qué tenemos que hacer. Pero ni la sociedad ni
nosotros mismos nos lo ponemos fácil. El Papa Francisco con esta parábola nos
recuerda que Jesús nos indicó el camino.
El Papa ha hablado mucho de misericordia, y
sigue faltando mucha en el mundo y en nuestro entorno. Hay una invitación
permanente a practicar la misericordia. Nos dice el Papa que en toda la
historia de la humanidad hemos tenido un desafío: la relación con
nosotros mismos. Caín le responde a Dios cuando es preguntado por Abel:
¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Todos debemos ser guardianes de cada
uno de nosotros, incluido el extraño que nos encontramos en el camino. Somos, a
modo del personaje El Pricipito, de Antoine de Saint–Exupéry, responsables
de nuestra rosa. Hay una invitación a crear una cultura diferente que
nos oriente a superar las enemistades y a cuidarnos unos a otros.
La parábola que inicia este capítulo de la
Encíclica nos dice el Papa que muestra personas que tenían una función
importante en la sociedad pero que no tenían en el corazón el bien común. El
samaritano, nos recuerda el Papa, no solo le dio valores materiales para ayudar
al desvalido sino que le dio algo muy valioso: su tiempo. Y también el Papa nos
dice: nos hace falta reconocer la tentación que nos circunda de
desentendernos de los demás, especialmente de los más débiles. Los
síntomas de la sociedad muestran evidencias de un ente enfermo: una
sociedad que busca construirse de espaldas al dolor.
El Papa nos invita a mira el modelo del Buen
Samaritano y nos revela algo característico del ser humano, que debía serlo en
todos nosotros, especialmente en los que más oportunidad tiene de atender a los
desvalidos: hemos sido hechos para la plenitud que solo se alcanza en
el amor. El texto evangélico que sirve de guía a este capítulo también
invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del nuestro propio
país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social.
El Papa Francisco nos llama a ser ciudadanos
del mundo unidos en busca de un fin común: la fraternidad y el bien común. No
hay extraños en el camino, somos todos uno, de nuevo la idea de John Donne,
“nadie es una isla encerrados en sí mismo, no preguntes por quién doblan las
campanas, doblan por ti”. No hay extraños en nuestro camino por la vida, son
encuentros con el prójimo. La sociedad debe encaminarse al bien común y
reconstruir su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto
humano. El mensaje es claro, a la humanidad, a nuestra sociedad, a
nosotros mismo solo nos queda un camino que es ser un buen samaritano.
A veces buscamos modelos iluminadores cuando
tenemos uno muy cerca, el Evangelio, el Buen Evangelio de Jesús. El Evangelio
no es algo teórico que podamos leer de forma rutinaria sin su aplicación
diaria, es un camino para la acción. El Papa nos dice en la Encíclica que la
parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad
a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que
no dejan que se erija una sociedad de exclusión sino que se hacen prójimos y
levantan y rehabilitan al caído para que el bien sea común. Un nuevo
modelo social se anuncia, el mismo modelo que anunciaba Jesús de Nazaret. ¿Qué
hemos hecho en veinte siglos globalmente con un mensaje tan sublime? Seguimos
encontrando extraños en nuestro camino, cada vez más extraños, alejados de una
existencia lanzada al camino de realizar la fraternidad humana, y
más allá, recordando, Laudato Si´, una fraternidad universal que incluye todo
lo creado, la casa común.
La historia del buen samaritano se
repite y se torna más visible que la desidia social y política hace de nuestro
mundo un camino desolado, un camino con extraños lacerados, heridos, empobrecidos,
destrozados, aislados, ante la mirada del sacerdote y del levita de la
parábola. El Papa nos recuerda que hemos visto en el mundo avanzar las
densas sombras del abandono, de la violencia utilizada con mezquinos intereses
de poder, acumulación y división. Cada día se nos habla de la vacuna
contra la COVID-19 como la gran esperanza ante un virus Sars-Cov-2 al que no
podemos vencer de otra manera, y la cuestión es ¿llegará esta vacuna a todo el
mundo independientemente de su lugar de nacimiento y de su poder adquisitivo?
¿Será esta vacuna universal y gratuita? ¿Se impondrán el sacerdote y el levita
o bien el buen samaritano? Hemos creado un mundo indiferente, especialmente del
distinto, donde no miramos con la mirada del otro, una realidad que hay
que cambiar. Hemos generado una sociedad donde el camino está lleno de
extraños.
El Papa Francisco nos hace notar un aspecto de
la parábola y de este modo nos manifiesta que en los que pasan de largo
hay un detalle que no podemos olvidar, eran personas religiosas. Nos
pide vivir la fe facilitando la apertura del corazón a los
hermanos. Si tenemos una fe, un mensaje claro como es el Evangelio, no
seamos como el sacerdote y el levita, seamos buenos samaritanos. Cada
día nos ofrece una nueva oportunidad, una nueva etapa. Como decía un
personaje de Charlie Brown (Carlitos) y Snoopy, de Charles M. Schulz, “hoy es
el primer día del resto de mi vida”. Tenemos tiempo. Hay una llamada a
ser parte activa en la rehabilitación y el auxilio de sociedades
heridas. Tenemos una revolución permanente de base evangélica por
hacer. Muchos hablan de revolución social, ¿qué revolución social más grande
para la vida diaria que la actitud del buen samaritano? El
samaritano del camino se fue sin esperar reconocimientos o gratitudes. Jesús
plantea en esta parábola que nutre el capítulo segundo de la Encíclica Fratelli
Tutti una pregunta esencial: ¿Quién es mi prójimo? Y a partir de ella construye
un mensaje definitivo. La propuesta es, para el Papa, hacernos presente
ante el que necesita ayuda sin importar si es parte del propio círculo de
pertenecía. Es una llamada a la fraternidad universal, a una
globalización nueva, muy distinta de la que practicamos, una globalización de
la solidaridad. El samaritano se hizo prójimo del herido que
ni fue un extraño en su camino.
En el Evangelio encontramos otro ejemplo: la mujer samaritana del pozo. Lo que nos lleva a la idea del prójimo sin fronteras. Construimos muros, vallas, distancias imposibles con los otros. En el Evangelio, a través de los encuentros de Jesús, vemos el encuentro de judíos y samaritanos, con un profundo mensaje si pensamos en el tiempo histórico de nuestro Salvador, una potente interpelación para que ampliemos nuestro círculo, nuestra capacidad de amar en una dimensión universal capaz de traspasar prejuicios y barreras. Al asumir el Evangelio somos capaces de identificarnos con el otro sin importarnos donde ha nacido o de donde viene. Al final del capítulo, el Papa Francisco llama a, también desde la catequesis y la predicación, y en la vida diaria, incluyamos de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos.
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