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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 19 de julio de 2020

XVI Domingo del tiempo ordinario. La buena semilla, el grano de mostaza y la levadura. 19 - Julio - 2020

"Ventana abierta"


XVI Domingo del tiempo ordinario
La buena semilla, el grano de mostaza y la levadura

Fe y vida
Alfa y omega 

El enemigo siembra la cizaña, de Tissot. Museo de Brooklyn (Nueva York)

Tres son las parábolas que, continuando en la línea del Evangelio del domingo pasado, concretan aún más detalles sobre el Reino de los cielos. Lo primero que llama la atención son los puntos en común entre la semilla, el grano de mostaza y la levadura. Estamos ante algo pequeño e incluso invisible, pero con una gran fuerza interior. Como se ha visto en varias ocasiones, el modo escogido por Dios para llevar a cabo su manifestación a los hombres ha puesto en primer plano lo pequeño, lo escondido y lo humilde. Es cierto que a lo largo de la Biblia hallamos también episodios en los que Dios se presenta con gran ímpetu y fuerza, tal y como observamos de modo paradigmático en la narración de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero pensar la acción de Dios únicamente bajo la perspectiva de lo llamativo nos abocaría a considerar que Dios solo actúa cuando es capaz de desencadenar grandes portentos de la naturaleza o llevar a cabo espectaculares milagros. Y esto implicaría por nuestra parte vivir siempre con la expectativa de ser testigos de alguna de estas poco frecuentes acciones; pero, en el caso de que nuestra vida fuera normal y corriente, sin acontecimientos grandiosos, correríamos el riesgo de pensar que Dios se olvida de nosotros o, lo que es peor, que está ausente.

Lo no aparente

El pasaje evangélico de este domingo nos coloca con gran realismo ante nuestra vida. La realidad de la vida y de la acción de Dios pasa casi siempre por algo que no es aparente ni destaca especialmente. La propia vida de Jesús nos lo muestra, aunque conozcamos algunos milagros o signos de su paso por Galilea, la mayor parte de sus días transcurrieron con total tranquilidad, pero tocando con intensidad el corazón de las personas que lo conocían. Esto mismo ocurrió con la primera misión en la Iglesia. La propagación del Evangelio se desarrolló muy paulatinamente y, salvo casos excepcionales por una transmisión oral en la que también se reconoció una fuerza que no procedía de los propios hombres, sino de la presencia y acción del Espíritu Santo.

Por eso, aunque la historia haya visto distintos modos de propagar la fe y se conozcan casos de conversiones en masa, nunca debemos olvidar la perspectiva de estas parábolas.

La paciencia y la esperanza

El texto del Evangelio juega con dos recursos. En primer lugar, el contraste: hay una gran desproporción entre los comienzos modestos (semilla) del Reino y el resultado final de la acción de Dios. En segundo lugar, el tiempo: no somos capaces de controlar el tiempo ni los ritmos de las personas. Este segundo punto tiene gran relevancia, puesto que constituye el núcleo de la parábola del trigo y la cizaña, enseñándonos que no podemos ser impacientes. Sabemos que en la vida nos encontramos con problemas que, a ser posible, deben ser cortados de raíz cuanto antes. Sin embargo, con las personas no ocurre así. No existen buenos o malos en sentido absoluto, sino que, mientras estamos en la Tierra, todo aparece mezclado, tanto en la sociedad como en nuestra propia vida. Esto lleva consigo que no podemos querer controlar los tiempos de la historia. La «cosecha» y el discernimiento se harán al final de los tiempos. Tampoco se puede buscar la eliminación del adversario ni la búsqueda artificial de enemigos, que tanto daño ha generado durante siglos. Cuando con gran ímpetu los criados de la parábola preguntan al amo: «¿Quieres que vayamos a arrancarla [la cizaña]?», reciben la indicación de dejar crecer junto al trigo hasta la siega. En las personas esto significa también reconocer la posibilidad del cambio, de la conversión. La propia Escritura afirma :«Yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta y viva» (Ez 33, 11).

Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

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