"Ventana abierta"
De la
mano de María
Héctor L.
Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN
PARA EL LUNES DE LA DÉCIMO SEXTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Esta generación perversa y adúltera exige un
signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás”.
“Vino a los suyos, y los suyos no lo reconocieron”
(Jn 1,11). Esa frase, tomada del prólogo del evangelio según san Juan, resume
el evangelio que nos propone la liturgia de hoy (Mt 12,38-42).
La fama de Jesús continúa creciendo y los
escribas y fariseos siguen sintiéndose amenazados por su persona. Han sido
testigos de sus milagros; curaciones, expulsiones de demonios, y hasta
revitalizaciones de muertos (no debemos confundir la revitalización con la
resurrección, pues la última es definitiva, para no morir jamás). Ahora,
delante de todos, le piden un signo: “Maestro, queremos ver un signo tuyo”. Un
signo es más que un milagro, es un hecho que demuestre sin dudas la divinidad
de Jesús, que demuestre que Él es Dios. Recordemos que poco antes lo habían
acusado de echar demonios por el poder de Satanás (Mt 12,24). Insisten en
ponerlo a prueba. En efecto, lo están tentando, contrario al mandato divino:
“No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16; Mt 4,7).
De nuevo encontramos a Jesús pronunciando
palabras duras contra los suyos; les llama “generación perversa y adúltera”, y
les dice que no les dará más signo que el del profeta Jonás, que estuvo tres
días en el vientre del cetáceo y salió con vida, anunciándoles de paso que Él
mismo estaría tres días en el vientre de la tierra y resucitaría. Les está
anunciando su Misterio pascual (pasión, muerte, resurrección), alrededor del
cual gira toda nuestra fe (Cfr. 1 Cor 15,14). Pero estas personas están
cegadas por el ritualismo vacío y el “cumplimiento” de la Ley y los preceptos.
No pueden ver más allá. Es más, se niegan. Están anteponiendo sus propios
intereses a los del Reino.
Por eso Jesús les dice que cuando juzguen a esa
generación, los de Nínive, que se convirtieron con la predicación de Jonás,
quien no era más que un profeta (Jon 3,5-8) y la reina del Sur, que vino a
escuchar la sabiduría de Salomón (1 Re 10,1-13), se alzarán y les condenarán,
pues ellos no le han creído a Él que es “más que Jonás” y “más que Salomón”.
Muchas veces en nuestras vidas, especialmente
en los momentos de prueba, la angustia, la desesperanza, nos lleva a “tentar a
Dios”, a exigirle “signos”, como si fuera necesario que Él haga alarde de su
poder para que creamos en Él. Queremos “signos” que correspondan a nuestras
necesidades, nuestros deseos; y si no nos “complace”, comenzamos a dudar.
Entonces actuamos como la persona que recibe un diagnóstico médico que no es de
su agrado y continúa visitando médicos hasta que da con uno que le dice lo que
quiere escuchar. Nos negamos a ver la grandeza de Dios en todas las cosas que
damos por sentadas: la vida misma, la complejidad y perfección de nuestro
cuerpo, un amanecer, la belleza de las flores… ¡Y continuamos exigiendo
“signos”!
En estos días de pandemia esa tentación de
pedir signos y soluciones instantáneas se exacerba, al punto de pedirle el fin
inmediato del COVID-19. Dios tiene poder para eso y más, pero no podemos
exigirle, y mucho menos “tentarlo”. Permitámosle ser Dios. Mientras tanto,
conformémonos con que nos dé los “ojos de la fe” para abandonarnos a su Divina
Providencia, recordando que Dios dispone todas las cosas para el bien de los
que le aman (Rm 8,28). ¿Lo amas?
Que pasen una hermosa semana en la Paz del
Señor.
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