"Ventana abierta"
¿ME AMAS?
Web católico de Javier Olivares
Un día, temprano por la mañana, me levanté para
observar la salida del Sol. !Oh, la belleza de la Creación de Dios queda más
allá de la descripción! Mientras observaba, alababa a Dios por su bella obra.
Mientras estaba sentado ahí, sentí la presencia del Señor conmigo.
Entonces, me preguntó, "¿Me amas?"
Yo contesté, "¡Por supuesto, Señor! ¡Tú
eres mi Señor y Salvador!"
Entonces me preguntó "Si estuvieras
físicamente incapacitado, ¿me amarías?"
Me quedé perplejo. Mire abajo. Mis brazos,
piernas y el resto de mi cuerpo y me pregunté cuantas cosas sería incapaz de
hacer. Las cosas que hoy me parecen tan sencillas. Y contesté, "Seria
difícil, Señor, pero aún así te amaría"
Entonces el Señor dijo, "Si estuvieras
ciego, ¿amarías aún mi creación?".
¡Cómo podría amar algo, siendo incapaz de
verlo! Entonces pensé en toda esa gente ciega en el mundo entero y cuántos de
ellos aún aman a Dios y a su Creación. Así que contesté, "Es difícil
pensarlo, pero aún te amaría."
El Señor entonces me preguntó, "Si fueses
sordo, ¿oirías aún mi Palabra?".
¿Cómo podría oír algo siendo sordo? Entonces
comprendí. Escuchar la Palabra de Dios no es meramente usar nuestros oídos,
sino nuestros corazones. Contesté, "Sería difícil, pero aún oiría tu
Palabra".
El Señor entonces preguntó, "Si estuvieses
mudo, ¿alabarías aún mi Nombre?". Pero, ¿cómo puedo alabar sin voz?
Entonces se me ocurrió que Dios desea que le
cantemos desde nuestra alma y corazón. No importa cómo sonamos. Y cuando
alabamos a Dios no lo hacemos siempre con un cántico, pero cuando somos
perseguidos, le damos alabanza a Dios con nuestras palabras de gratitud.
Entonces contesté, "Aunque no pudiera cantarte físicamente, alabaría aún
tu Nombre"
Y el Señor preguntó, "¿En realidad me
amas?"
Con valor y profunda convicción, le contesté
rotundamente, "!Sí Señor! ¡Te amo porque Tú eres el Dios único y
verdadero!"
Pensé que había contestado correctamente, pero
Dios preguntó, "¿Entonces por qué pecas?"
Contesté, "¡Porque soy sólo un humano, y
no soy perfecto!" "Entonces, ¿por qué en tiempos de paz estás tan
lejos de mí? ¿Por qué solo en tiempos de angustia oras sinceramente?" No
hubo respuestas. Sólo lagrimas.
El Señor continuó, "¿Por qué solamente
cantas en la congregación y en los retiros espirituales? ¿Por qué me buscas
sólo en tiempos de adoración? ?Por qué pides cosas tan egoístas? ¿Por qué pides
sin tener fe?" Las lágrimas continuaron rodando sobre mis mejillas.
"¿Por qué te avergüenzas de mí? ¿Por qué no estás esparciendo las buenas
nuevas? ¿Por qué en tiempos de persecución, lloras con otros cuando te ofrezco
mi hombro para que llores? ¿Por qué pones pretextos cuando te doy la
oportunidad de servir en Mi Nombre?"
Intenté contestar, pero no hubo respuesta que
dar.
"Eres bendecido con la vida. No te hice
para que desperdiciaras este regalo. Te he bendecido con talentos para
servirme, pero continúas dándome la espalda. Te he revelado mi Palabra, pero no
obtienes el conocimiento de ella. Te he hablado pero tus oídos estaban
cerrados. Te he mostrado mis bendiciones, pero tus ojos nunca las vieron. Te he
mandado mis siervos, pero permaneciste sentado inmóvil mientras ellos eran
rechazados. He oído tus oraciones y las he contestado todas. "¿En verdad
me amas?"
No podía contestar. ¿Cómo podría hacerlo?
Estaba increíblemente apenado. No tuve excusa. ¿Qué podía decir a esto?
Cuando mi corazón hubo llorado y las lágrimas
habían fluido, dije "¡Por favor, perdóname Señor! ¡Soy indigno de ser tu
hijo!"
El Señor contestó, "Esa es mi Gracia, Hijo
mío".
Entonces le pregunté, "¿Entonces por qué
continúas perdonándome? ¿Por qué me amas tanto?"
El Señor contestó, "Porque tú eres mi
creación. Tú eres mi hijo. Nunca te abandonaré. Cuando llores, tendré compasión
y lloraré contigo. Cuando estés gozoso, me alegraré contigo. Cuando estés
deprimido, te animaré. Cuando caigas, te levantaré. Cuando te sientas cansado,
te llevaré sobre mis hombros. Estaré contigo hasta el fin de los días, y te
amaré por siempre."
Nunca antes había llorado como en ese momento.
¡Cómo pude haber sido tan frío! ¡Cómo pude lastimar a Dios con todo lo que
hice! Le pregunté a Dios, "¿Cuánto me amas?"
El Señor me estrechó en sus brazos, y contemplé sus manos cicatrizadas por los clavos. Me incliné a los pies de Cristo, mi Salvador. Y por primera vez, en verdad oré.
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