"Ventana abierta"
MARÍA ES PRECURSORA DE LA AMISTAD CON EL SEÑOR
Caballeros de la Virgen
“Pobres pecadores que vais perdidos,
no os desesperéis; alzad los ojos a esta hermosa estrella, tomad aliento y
confiad, porque ella os salvará de la tempestad y os conducirá al puerto de
salvación”.
San Alfonso María de Ligorio, CSSR
En las revelaciones
de santa Brígida es llamada María “astro que precede al sol”. Para que
entendamos que cuando empieza a verse en el pecador devoción a la Madre de
Dios, es señal cierta de que dentro de poco vendrá el Señor y la enriquecerá
con su gracia.
San Buenaventura,
para reavivar la confianza de los pecadores en la protección de María, imagina
un mar tempestuoso en el que los pecadores que han caído de la nave de la
gracia divina, combatidos por las olas de los remordimientos de conciencia y de
los temores de la justicia divina, sin luz ni guía y próximos a desesperarse y
a perecer sin un rayo de esperanza, los anima señalándoles a María llamada la
estrella del mar, y alza su voz para decirles:
“Pobres pecadores que vais
perdidos, no os desesperéis; alzad los ojos a esta hermosa estrella, tomad aliento
y confiad, porque ella os salvará de la tempestad y os conducirá al puerto de
salvación”.
Algo semejante dice
san Bernardo: “Si no quieres verte anegado por la tempestad, mira a la estrella
y llama en tu ayuda a María”. Dice el devoto Blosio que ella es el supremo
recurso de los que han ofendido a Dios. Ella es el asilo de todos los tentados
por el diablo. Esta madre de misericordia es del todo benigna y del todo dulce,
no sólo con los justos, sino también con los pecadores más desesperados. Y cuando
ve que éstos recurren a ella y buscan de corazón su ayuda, al instante los
socorre, los acoge y les obtiene de su Hijo el perdón. Ella es incapaz de
despreciar a nadie, por indigno que sea, y por eso no niega a nadie su
protección. A todos consuela, y basta llamarla para que inmediatamente venga en
ayuda de quien la invoca.
María es llamada
plátano: “Me alcé como el plátano” (Ecclo 24, 14), para que entiendan
los pecadores que, como el plátano da cobijo a los caminantes para refrescarse
a su sombra de los rayos del sol, así María, cuando ve encendida contra ellos
la divina justicia, los invita a refugiarse a la sombra de su protección.
Reflexiona san
Buenaventura sobre el texto del profeta que en su tiempo se lamentaba y decía
al Señor: “Estás enojado contra nosotros porque hemos pecado; no hay quien se
levante y te detenga” (Is 64, 5); y observa: “Señor, cierto que estás indignado
contra los pecadores y no hay quien pueda aplacarte. Y así era, porque aún no
había nacido María. Antes de María no había quien pudiera detener el enojo de
Dios.
Pero ahora, si Dios está irritado contra cualquier pecador y María se empeña en protegerlo, ella consigue del Hijo que no lo castigue y lo salva. De modo, prosigue san Buenaventura, que nadie más a propósito que María para detener con su mano la espada de la justicia divina para que no caiga sobre el pecador. Dice Ricardo de san Lorenzo, sobre el mismo asunto, que antes de venir María al mundo se lamentaba de que no hubiera nadie que le estorbase castigar a los pecadores, pero que habiendo nacido María, ella lo aplaca.
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