"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
Y DIO A LUZ A SU HIJO PRIMOGÉNITO
1 Sucedió que por aquellos
días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el
mundo.
2 Este primer
empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.
3 Iban todos a
empadronarse, cada uno a su ciudad.
4 Subió también José desde
Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama
Belén, por ser él de la casa y familia de David,
5 para empadronarse con María, su
esposa, que estaba encinta.
6 Y sucedió que, mientras
ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento,
7 y dio a luz a su hijo primogénito,
le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el
alojamiento.
8 Había en la misma
comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la
noche su rebaño.
9 Se les presentó el Ángel
del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de
temor.
10 El ángel les dijo: «No
temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:
11 os ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un salvador, que es el Cristo Señor;
12 y esto os servirá de señal:
encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
13 Y de pronto se juntó
con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
14 « Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace. » (Lc. 2,1-14)
Los planes de Dios entran maravillosamente en
la historia de los hombres. El que María, con su Hijo Divino en las
entrañas, tuviera que salir de las seguridades de su
tierra, Nazaret, y ponerse en camino, entra dentro de
la Providencia divina sobre su Hijo, el Amado. El ser
fiel a Dios no nos ahorra las dificultades de la vida: salir a prisa para un
empadronamiento; las fatigas de un viaje costoso, por el
inminente parto de María; la zozobra de no encontrar un lugar adecuado
para que naciera el Hijo de Dios; y, por
supuesto, las angustias envueltas en la oscuridad de la fe del esposo
de María, José, por no poder ofrecerle algo mejor que un establo
donde dar a luz. Pero Dios velaba sobre todos estos acontecimientos y la joven
pareja no tuvieron otro camino para mantenerse en la paz y en la
confianza qu, abandonarse, con todo el amor que tenían, a
estos caminos misteriosos de Dios.
Porque, una vez
aceptados éstos, se percibe que todo estaba envuelto en la Luz y
no en la negra noche. Aquí, precisamente, se abre la Gloria del
Señor, y unos pobres pastores reciben, a manos llenas, toda
su claridad: “¡no temáis, os traigo una buena noticia que es de
gran alegría para todo el pueblo: hoy os ha nacido el Salvador, el
Mesías, el Señor, y la señal es: un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre”.
La Gloria de Dios envuelve la pobreza de
unas vidas que tocan más la miseria que la dignidad humana. ¡Así es
nuestro Dios, que toma para sí lo que el hombre
rechaza! ¡Qué lejos quedan de estos acontecimientos el boato y las
fiestas de Herodes, y aún más el bienestar y la seguridad de los
sacerdotes y los escribas!
Para dejar que Jesús hoy nazca en
nuestro corazón, hemos de abandonar eso que hace engordar nuestro “yo” y
abajarnos a la estatura de un niño. ¡Mejor, de un bebé! envuelto
en pañales. Ése es el trono de Dios, el lugar de
su Gloria, y ahí María y José supieron adorar y amar al Hijo de Dios.
Los pastores también reconocieron la voz de Dios que les hablaba desde el Cielo
y los invitaba a una alegría que no procedía de la tierra sino de las
alturas: “Gloria a Dios en el Cielo y paz en
la tierra!”. El ejército celestial no está hablando de la paz que
hacen los hombres entre sí. ¡Esta
es miserable! Los ángeles hablan del Único que puede
dar su Paz y Éste es Jesús, el Hijo de Dios. “Él es
nuestra Paz” y ha unido, entre sí, algo que nadie
podía atar: el Cielo con la tierra, en su
propia Persona Divina.
¡Hoy, también nosotros, a más de dos mil años
de este hecho histórico, nos alegramos y por la fe podemos actualizar vivamente
la venida de Dios a nuestra tierra! A esta tierra de hoy, tan dolida
y sangrante como lo ha sido en la vida de Jesús y siempre y en cada
momento de la historia. Pero nuestra oración por todos los hombres, hoy, si
cabe, cada vez más viva y ardorosa, quiere aplicarse a nuestro mundo y a cada
uno que ¡tiene amor a su Venida!
¡Pedimos a Jesús que nunca se canse de venir a nosotros y entregarnos todo el Amor de Dios que vive en el Cielo y quiere bajar a nuestro mundo, siempre que haya una sola alma que le busque como lo Único necesario! ¡Porque, sabe que, sólo Dios es Santo y Él quiere santificar todo lo que está tocado del ansia de su Divinidad! ¡Señor, nace hoy en nosotros! ¡Amén! ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario