"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
LOS PEQUEÑOS, SON LOS QUE RECIBEN EL REINO
25 En aquel
tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se
las has revelado a pequeños.
26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu
beneplácito.
27 Todo me ha sido entregado por mi
Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien
nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28 « Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.
29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas.
30 Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.» (Mt. 11,25-30)
Jesús, salta de júbilo y acción de gracias ante el
designio del Padre de revelar los Misterios de
la Salvación, tan sólo, a los pequeños, a los
simples, a los que no tienen nada de sí mismos y todo lo esperan de
Dios. Y, en cambio, “ha escondido estas cosas a los sabios de este
mundo”, a los que hacen de la razón su dios y le dedican
tiempo, energía y amor. Ellos, no tienen cabida donde Dios les pueda
hablar, están llenos de sí mismos ¿qué más pueden desear?:
nada ni nadie!
Dejemos a estos “san para mí”, y fijémonos en
la Sabiduría del Padre que, sólo comunica a su Hijo
Amado, todos los Misterios de su Amor. Porque, el
Padre, ha entregado todo lo
que es, y tiene, al Hijo, como si hubiese volcado
en Él, todo Dios, porque sabía de la capacidad infinita de Éste para
recibir. Dios, nunca se sintió defraudado con el Hijo, aun
cuando Él, tuvo que devolver Amor por Amor, cuando se
hizo hombre. Jesús, siguió siendo siempre el Hijo fiel
que, en toda su vida, no sabía sino darle gloria y alabar
al Padre! ¡Qué fidelidad de amor reina en la Trinidad Santísima, siempre
el Uno para el Otro y comunicado en el Espíritu Santo también!...
Medito, ¡qué añoranza tendría Jesús de encontrar
entre los hombres alguien, en quien depositar “estas cosas” de su
vida divina y su vida humana! Mas, ¡gracias a
Dios, encontró una criatura pequeña y sencilla que acogió, en la
fe, todos estos Misterios que, ¡Jesús traía desde el cielo! Me estoy
refiriendo a la Virgen María. ¡Ella, sí que entendió y acogió a Jesús
en toda su obra de amor que, quería realizar con el hombre! Su “plenitud de gracia”, la
hizo capaz de estas maravillas. Pero, no creamos que, toda su vida
fue luz y gloria. ¡No, Ella hizo el itinerario de la fe, ¡como toda
criatura humana! Tuvo que decir “sí”, toda su vida a Dios,
como cuando veía, con ojos muy abiertos, salir de su seno a un insignificante
bebé. ¡Y que, era todo Dios, de Ella y
por Ella! ¡Y, qué decir de esos años sin relevancia en los que Jesús
su Hijo, crecía y se desarrollaba, sin ningún signo extraordinario o
sobrenatural! Pero, donde su fe de ser muy humilde y
sencilla, creció hasta tocar el cielo, fue, ante la predicación
rechazada por los hombres, pero acogida con amor por su corazón. ¡Y
su Pasión y Muerte!, Él, tan bueno, ¡con la bondad de Dios
en todo su ser!... Allí, su fe dijo un “sí” tan
simple que, la hizo ser Madre del Amor Hermoso, Jesús, el Señor.
Ante estos ejemplos de santidad, ¿quién no
sentirá el deseo de suplicar a Dios que, nos haga, en la
medida de su misericordia, participes de este “ser como
niños”, en su Regazo divino?...
¡Que así se haga en nosotros Señor, por tu gracia y tu bondad! ¡Amén! ¡Amén!
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