"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
EL REINO DE LOS CIELOS ESTÁ ESCONDIDO
45 «
También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda
buscando perlas finas,
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y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la
compra.
47 «
También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el
mar y recoge peces de todas clases;
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y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los
buenos y tiran los malos.
49 Así sucederá
al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los
justos
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y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de
dientes.
51 «
¿Habéis entendido todo esto? » Dícenle: «Sí.»
52 Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt. 13, 44-52)
“Es verdad, Tú eres un Dios escondido… el
Salvador”, que dice un salmo muy acertadamente. También los santos y
místicos hicieron experiencia de esto: “¿A dónde te escondiste amado
y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome
herido. Salí tras ti clamando y eras ido”. Porque, el esconderse es
una acción divina que Él eligió para revelarse a
nosotros. ¿O, no se escondió Jesús, una vez muerto, durante
tres días, en un sepulcro oscuro y sin vida? Pero, de este
lugar inhóspito, quiso Dios que surgiera la Vida. Mas no
cualquier vida, sino nada menos que la Vida divina.
Nosotros, asombrados ante este Misterio, no sabemos dar razón de
él, porque estas acciones de Dios sobrepasan nuestro entendimiento, pero
no nuestro amor. Porque, sabemos que, Jesús hizo todo esto
por Amor a su Padre-Dios y a nosotros que en todo dependemos de Él.
Por esto, no nos extraña cuando San Pablo dice a sus
fieles: “aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra, pues vuestra
vida está escondida con Cristo en Dios”. Hay una relación estrecha entre el
deseo de los bienes de arriba y el esconderse con Cristo, que es
ese “tesoro” y esa “piedra preciosa”. Pues, en la Palabra
de Dios, Él nos habla de que, al encontrarlos, no podemos
menos de menospreciar todo lo que me ofrece el mundo y lanzarme
aprisa: “Y, va a vender todos estos bienes para hacerse con el
tesoro”, porque todo lo suyo lo vende por Cristo. Y, cuando
entra en posesión de Él, entonces, puede descansar, porque su
vida está asegurada en este “vivir con Cristo y para Cristo”.
¡Qué gracia tan grande es toparnos un día con “este
tesoro”! ¡Sólo Dios, en su infinita
misericordia, puede ponérnoslo ante
los ojos! Y, lo nuestro, será siempre acogerlo y vivir en
continua acción de gracias... Y, si todavía no lo hemos
encontrado, oremos y pidamos con confianza, porque Él
está deseando y tiene también prisa por manifestársenos.
Jesús desea llevar consigo muchos hijos a la Gloria. Es la
súplica que hizo a su Padre antes de morir: “Que donde
estoy Yo, estén también ellos para que contemplen
mi Gloria, la que Tú me diste”.
Y les propone, asimismo, otra parábola
del Reino. Y la entienden bien, porque les habla de su
tarea habitual: echar la red en el mar y pescar toda clase de peces.
Dios, en el mundo, esparció la red de
su Palabra a todos los pueblos y a todos los
hombres. Pero, mientras unos acogieron la Palabra, otros no
quisieron escucharla, obedeciendo a Dios. Juntos, malos y
buenos, están en la red, a nadie se le ha negado la entrada en
el Reino de los Cielos. Pero, en la selección
final, sólo entrarán en él los peces buenos, y los malos serán
echados fuera.
Esta enseñanza de Jesús nos está invitando a la conversión, porque, ésta es tarea de toda la vida y para esto se nos invita a la vigilancia, a la oración a Dios, pidiendo con confianza que “no nos deje caer en la tentación y nos libre del Maligno”.
¡Señor, cuídanos en el camino de la vida, manifiéstate al corazón, y la fidelidad a Ti nos será una tarea grata y feliz, porque “andaremos de baluarte en baluarte, hasta verte cara a cara en tu Reino!” ¡Qué así sea, Señor y mi Dios! ¡Amén!.
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