"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
ELLOS, SALIERON A PREDICAR LA CONVERSIÓN
7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.»
10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí.
11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.»
12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. (Mc. 6, 7-13)
¿Quién se habría atrevido a salir a predicar la Buena Nueva del Evangelio y hacer las obras que Jesús hacía entre el pueblo, si Él mismo no los hubiera enviado, después de revestirlos de su fuerza y de su gracia?... ¡Sería una locura de hombres el realizar esta grandiosa empresa!… Pero no, Jesús les dio su Espíritu y éste les confirió el poder de sanar toda enfermedad, de hablar en Nombre de Jesús y hasta como Él, el expulsar los espíritus inmundos de los hombres...
Todo esto es la promesa que el Señor les anunció al principio de su predicación en Galilea: “os haré pescadores de hombres y mi Salvación alcanzará hasta los confines de la tierra”. Los apóstoles eran hombres sencillos y sin doblez, por ello su fe, junto a Jesús, fue creciendo hasta poder iluminar y fortalecer a otros con su testimonio, porque tenían la autoridad de su Maestro. Ellos sabían muy bien que el don que poseían no era suyo, se les había dado por la imposición de las manos de Jesús y su Palabra poderosa para sanar toda dolencia. Es un trasvase de la gracia: de Dios omnipotente a unos hombrecillos irrelevantes y, además, llenos de defectos... Pero como “para Dios, nada es imposible, Él lo quiso y lo hizo y lo sigue haciendo en los miembros de su Cuerpo que es la Iglesia, en quien Jesús tiene todas sus complacencias, porque la ama en su Corazón.
La Iglesia lleva en el centro de sí un gran tesoro: el don de su Espíritu que acompaña todas sus obras, hechas según Dios. Así, cualquier cristiano de a pie, tiene en sí “poderes divinos” para sanar y hablar en el Nombre de Jesús. Ya lo dijo Él en la Última Cena a los doce apóstoles, dirigiéndose a su Padre-Dios: “no ruego sólo por ellos, sino por todos aquellos que creerán en Mí, por medio de su mensaje”. La oración de Jesús a su Padre nos ha consagrado en la Verdad...
¿Por qué tantas veces tanta timidez y dudas de si nuestra oración puede ayudar a los hermanos que amamos? Jesús nos lo ha asegurado y es Dios: “haréis cosas mayores de las que yo he hecho”. Y “Creéis en Dios y creed también en Mí”… ¡Seamos audaces en hacer el bien, pues su gracia es nuestra fuerza y es la misma fuerza de Jesús, cuando hacía milagros, echaba demonios y hablaba en nombre de Dios!...
¡El Señor nos protege y está siempre con nosotros!... ¡Que así sea, amén, amén!...
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