"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL OCTAVO DOMINGO DEL T.O.
(C)
“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No
caerán los dos en el hoyo?”.
La lectura evangélica que nos propone la
liturgia para este octavo domingo del tiempo ordinario (Lc 6,39-45), constituye
el tercer fragmento de lo que se conoce como el “sermón del llano” o “sermón de
la llanura” de Jesús que comenzó con las Bienaventuranzas (en paralelo con el
discurso o “sermón de la montaña” que nos narra Mateo).
Jesús utiliza la figura de la vista (“ciego” –
“ojo”), que nos evoca la contraposición luz-tinieblas (Cfr. Jn 12,46), para recordarnos que no debemos
seguir a nadie a ciegas, como tampoco podemos guiar a otros si no conocemos la
Luz. “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el
hoyo?”. El mensaje es claro: No podemos guiar a nadie hacia la Verdad si no
conocemos la Verdad. No podemos proclamar el Evangelio si no lo vivimos, porque
terminaremos apartándonos de la verdad y arrastrando a otros con nosotros hacia
la oscuridad del pecado.
Ese peligro se hace más patente cuando caemos
en la tentación de juzgar a otros sin antes habernos juzgado a nosotros mismos,
cuando pretendemos enseñarles a otros cómo poner su casa en orden cuando la
nuestra está en desorden: “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en
el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu
hermano: ‘Hermano, déjame que te saque la mota del ojo’, sin fijarte en la viga
que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces
verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano”.
Con toda probabilidad Jesús estaba pensando en
los fariseos cuando pronunció esas palabras tan fuertes. De hecho, en el relato
de Mateo Jesús dirige esas palabras a los fariseos (Mt 7, 1-7; 16-20). Pero esa
verdad no se limita a los fariseos, de ahí que en la versión de Lucas
encontramos a Jesús dirigiéndose a sus discípulos (a nosotros). Somos muy dados
a juzgar a los demás con severidad, pero cuando se trata de nosotros, buscamos
(y encontramos) toda clase de justificaciones e inclusive nos negamos a ver
nuestras propias faltas; nos tornamos “ciegos”.
Jesús nos invita a ser compasivos, indulgentes
y misericordiosos con nuestros hermanos. “No juzguéis, para que no seáis
juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la
medida con que midáis se os medirá” (Mt 7,1-2).
Jesús nos está proponiendo un proceso de
introspección, de autoexamen, que nos permita tomar conciencia de nuestra
propia hipocresía, reconocer nuestros pecados, y hacer propósito de enmendar
nuestra conducta de modo que sea agradable a Dios. Solo así podremos salir de
nuestra “ceguera espiritual” y ver la Luz que nos permita guiar a nuestros
hermanos hacia ella mediante la corrección fraterna sin juzgarlos ni
criticarlos.
Tenemos pues que convertirnos (esa “conversión”
a que se nos llama en el tiempo de Cuaresma que está a punto de comenzar) en
seres humanos nuevos, en otros “cristos” (Gál 2,20), para entonces poder
proponer un cambio de vida a nuestros hermanos, especialmente con nuestra
conducta.
Hoy te invito a unirte al Santo Padre en
oración por el pueblo de Ucrania. Jesús, en Ti confío…
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