"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
39 Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
40 No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro.
41 ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.
43 « Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno.
44 Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.
45 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. (Lc. 6,39-45)
En estos pasajes, Jesús se muestra a sus discípulos como Maestro y ellos son los que tienen que ir aprendiendo de Él, no sólo lo que les dice, sino sobre todo lo que les va revelando en su vivir diario. Si uno creyera haber aprendido ya todo y se erige como maestro, sería como “aquel ciego que quiere guiar a otro ciego: caerían los dos al hoyo”.
Está parábola se la pone Jesús a los suyos para que no se fíen de su sabiduría, o de haber aprendido ya todo de Jesús. Él mismo les dijo: “uno sólo es vuestro Maestro, Cristo, y todos vosotros sois hermanos”, es decir, alumnos dóciles a Jesús que, siempre están aprendiendo y escuchando sus Palabras que, al estar ungidas por el Espíritu Santo, son nuevas y la mente humana nunca puede hacer envejecer...
Y en este camino de sabiduría, Jesús vuelve a ponerles otra parábola: de la viga y la brizna. La viga son mis faltas y pecados que “mi ojo ruin, no supo ver”; y las briznas y las motas son las pobrezas de los hermanos... ¡Y qué fáciles somos en cribar muy fino los pecados ajenos, entreteniéndonos en ellos, como si fuéramos ya maestros consumados en la humildad y el amor!, y paso por alto mis grandes errores... Decía un santo padre del desierto que esto nos pasa porque llevamos “nuestra mochila” a la espalda y no la vemos y, en cambio, la de los hermanos la montamos delante y nos parecen montañas... Aquí Jesús no es suave con este defecto, llamándonos “¡hipócritas!” a los que así jugamos sin indulgente caridad para con mis semejantes... Y es que “de la abundancia del corazón habla la boca” y sobre todo actúo, porque si mi corazón rebosa de bien, de disculpa, de bondad, en definitiva, de amor, éste sale al exterior y construye al que está a mi lado y le parece que algo de Dios se me escapa sin siquiera darme cuenta, porque “un árbol bueno, sólo puede dar frutos buenos”. Lo contrario del árbol malo que, por mucho que se esfuerce en las apariencias de bien, siempre rebosa el mal, se le escapa sin siquiera saber cómo...
¡Señor, hunde tu gracia en nuestro corazón y no permitas que se llene de cosas que no son Tú!...! Ven con tu Espíritu Santo que es Amor, para que ¡nuestras palabras sean siempre buenas y más mis obras!: que éstas sean sanadoras, liberadoras, ¡obras de amor!... ¡Nosotros, Señor, no podemos ni siquiera desear ser buenos, pero Tú lo puedes todo: “que los ruegos de nuestra pobreza te conmuevan”… “Y ven en ayuda de nuestra debilidad”... ¡Amén, Amén!...
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