"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA SÉPTIMA SEMANA DEL T.O. (2)
Jesús increpó al espíritu inmundo y éste salió
del joven.
La lectura evangélica que contemplamos hoy (Mc
9,14-29) nos narra el pasaje de la “curación del endemoniado epiléptico”,
llamado así porque a pesar de que en el pasaje se habla de que el joven estaba
poseído por un espíritu inmundo, la descripción de los efectos de la “posesión”
apunta a un episodio de epilepsia. Recordemos que en aquél tiempo, toda
condición similar que no tuviera explicación se la atribuían a los espíritus
inmundos o demonios. De todos modos, epilepsia o posesión, el hecho es que
Jesús curó al joven.
Jesús llega y se encuentra con el padre del
joven, quien le explica que sus discípulos no han sido capaces de echar el
espíritu. Jesús se molesta e increpa una vez más a sus discípulos: “¡Gente sin
fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?
Traédmelo”. Le llevaron al joven, y tan pronto el espíritu “vio a Jesús,
retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos”. En ese
momento el padre se desesperó (trato de imaginar la angustia del padre) y le
suplicó a Jesús que lo ayudase: “Si algo puedes, ten lástima de nosotros y
ayúdanos”. A lo que Jesús replicó: “¿Si puedo? Todo es posible al que tiene
fe”.
Luego de un intercambio entre Jesús y el padre,
en el que el último le confiesa su fe débil (“Tengo fe, pero dudo; ayúdame”),
Jesús increpó al espíritu inmundo y éste salió del joven. Imagino la vergüenza
de los discípulos ante su fracaso estrepitoso enfrente de los presentes. A la
primera oportunidad que tuvieron a solas con Jesús le preguntaron: “¿Por qué no
pudimos echarlo nosotros?”. La contestación de Jesús fue tajante: “Esta especie
sólo puede salir con oración”.
Jesús confió su “secreto” a los discípulos.
Jesús era una persona de oración constante, vivió toda su vida terrena en un
ambiente de oración. Los relatos evangélicos lo muestran constantemente
retirándose a orar (a veces pasaba la noche entera en oración), u orando en
público. Invocaba la ayuda de lo alto, y el Espíritu de Dios (Espíritu Santo)
le arropaba y le daba fuerzas para seguir adelante en su misión y realizar
todos los milagros y portentos que vemos en los evangelios. Por eso la oración
se considera el arma o instrumento que toma el primer plano en el combate
espiritual contra las fuerzas del mal.
Antes de partir Jesús nos dijo que los que
creyéramos en Él tendríamos poder para echar demonios, curar enfermos, etc. (Cfr. Mc 16,17). Y si creemos en Él y le creemos,
seguiremos sus pasos, y ese seguimiento incluye ser personas de oración.
Para eso nos dejó el Espíritu Santo. El
Espíritu que nos ayuda a llamar “Padre” a Dios, nos dará también la fuerza para
echar demonios. Pero para eso tenemos que invocarlo con fe, el tipo de fe que
nos lleva a actuar como si ya se nos hubiese concedido lo que pedimos al Padre,
como lo hizo Jesús al resucitar a Lázaro (Cfr. Jn 11,41).
Hoy te invito a desarrollar una relación íntima con el Espíritu Santo, y verás los portentos que puedes realizar. Y, ¿cómo lograr esa relación? Jesús te confió su secreto: la oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario