"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA TRIGÉSIMA
PRIMERA SEMANA DEL T.O. (1)
“Ganaos amigos con el dinero injusto”.
La lectura evangélica que contemplamos hoy es
conclusión de la parábola del “administrador astuto” que leíamos ayer. Jesús no
se cansa de advertirnos contra los peligros de la riqueza, que puede desviar
nuestra atención de las cosas que tienen verdadero valor (las cosas del Reino),
y convertirse en un obstáculo para nuestra salvación. De ahí que en el
Evangelio de hoy (Lc 16,9-15) nos diga: “Ningún siervo puede servir a dos amos,
porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero
y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. Ayer decíamos
que la palabra utilizada en el texto original que ha sido traducida como
“dinero”, es mammón, palabra aramea de origen fenicio que se refiere a aquella riqueza que
ejerce tanta influencia sobre la persona al punto que la envilece, la
esclaviza, al punto de convertirse en un dios.
El mensaje de Jesús es claro: el dinero no es
el “verdadero bien”. La riqueza material puede que nos haga “tener”, pero eso
no nos da la felicidad. La verdadera riqueza, la verdadera felicidad, está en conocer
a “aquel que me conforta” y sabernos amados por Él. Pablo lo entendió a
cabalidad (Fil 4,13).
Hoy Jesús nos dice que el dinero puede “servir”
y llegar así a ser un símbolo del amor. “Ganaos amigos con el dinero injusto”.
En el fondo, ésta aseveración paradójica parece ser el sentido profundo de la
parábola del “administrador astuto”. Con una pedagogía rayando en el humor, la
parábola acumula las cuatro “apreciaciones” desarrolladas aquí: un “no
importante”, un “bien ajeno”, un “bien mal adquirido”, “con el cual se puede
servir”. Cuando lo analizamos Jesús parece decir: ¡tanto mejor si tu cofre se
llena con tal que se vacíe a medida que se llena!
Si tenemos la dicha de vivir en la abundancia,
seamos agradecidos y compartámoslo con el que no tiene, “para que, cuando [nos]
falte, [nos] reciban en las moradas eternas”. Porque sirviendo a nuestros
hermanos, especialmente a los más necesitados, servimos a Cristo (Mt 25,40). Si
nos encontramos en necesidad, demos gracias a Dios por todas sus bendiciones, pero
sobre todo por su amor infinito y, con la confianza de un hijo que se dirige a
su padre, imploremos su ayuda y misericordia infinitas.
“Todo lo puedo en aquel que me conforta” …
Que pasen un hermoso fin de semana en la paz
del Señor, y no olviden visitar su Casa. Él los espera con los brazos abiertos.
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