"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA DÉCIMA OCTAVA SEMANA DEL T.O. (1)
La lectura evangélica
de hoy (Mt 16,13-23) nos presenta a Jesús en la región de Cesarea de Filipo
preguntando a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del
hombre?”. La respuesta de los discípulos es: “Unos que Juan Bautista, otros que
Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Entonces les pregunta: “Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Esa pregunta suscita la “profesión de fe”
de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”; a lo que Jesús le
contesta: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado
nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo:
tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del
infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que
ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra
quedará desatado en el cielo”.
Pedro era un simple pescador que se ganaba la vida practicando su noble
oficio en el lago a cuya orilla Jesús le instituye “piedra” y cabeza de su
Iglesia, no por sus propios méritos, sino porque Jesús reconoce que el Padre le
ha escogido: “… porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi
Padre que está en el cielo”.
Dios llama a cada uno de nosotros a desempeñar una misión. Esa es nuestra
vocación. La palabra “vocación” viene del verbo latín vocare (“llamar”), y quiere
decir “llamado”. Cómo Dios nos escoge, y cómo decide cuál es nuestra vocación
es un misterio. Y, una vez aceptada la misión, el Señor se encarga de darnos
los medios. Dios no siempre escoge a los más capacitados; Él capacita a los que
escoge, dándoles los carismas necesarios para llevar a cabo su misión (Cfr. 1 Cor 12,1-11).
Pero como sucede con nosotros, que, a pesar de haber sido escogidos por
Dios para llevar a cabo una misión tenemos que perseverar en la oración y en el
seguimiento de Jesús para poder llevarla cabo, vemos cómo Pedro, apenas unos
instantes después de su profesión de fe, demuestra su debilidad humana y el largo
camino que le quedaría por recorrer para poder convertirse en “piedra” del
nuevo Pueblo de Dios.
Cuando Jesús comenzó a explicar a los discípulos todo lo que tendría que
padecer, culminando con su muerte y resurrección, Pedro lo increpa: “¡No lo
permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”. A lo que Jesús replica: “Quítate de
mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como
Dios”. He ahí nuestro problema.
Si Cristo se presentara hoy ante ti y te preguntara: “¿Y tú, ¿quién dices
que soy yo?”, ¿qué le contestarías? Pedro y Pablo ofrecieron su vida por
predicar y defender esa verdad. Hoy hay cristianos en muchas partes del mundo
haciéndolo. Y tú, ¿estás dispuesto a hacerlo? ¿Piensas como Dios, o como los
hombres?
Cuando estés listo para partir al encuentro definitivo con el Señor,
¿podrás decir como Pablo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la
meta, he mantenido la fe”?
Que pasen un hermoso día, ¡aunque esté lloviendo!…
No hay comentarios:
Publicar un comentario