"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
LUNES DE LA VIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL
T.O. (1)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis
vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren”.
La lectura evangélica que nos presenta la
liturgia de hoy (Mt 23,13-22) se coloca en el discurso de Jesús contra la
hipocresía y vacuidad de los escribas y fariseos que ocupa el capítulo 23 de
Mateo. Por el tono de su discurso podemos inferir que Jesús estaba bien
molesto, enojado, al proferir su ataque frontal hacia ese grupo, sobre todo
porque, como dice al principio de su diatriba, “dicen y no hacen” imponiendo a
la gente cargas pesadas que ellos “ni con el dedo quieren moverlas” (3-4). Por
eso les habla en un tono tan fuerte, llamándoles hipócritas, necios y ciegos.
Jesús critica duramente la falta de autenticidad de estos. Asimismo, a Jesús le
resulta hipócrita y hasta ofensiva la forma en que les gusta que se les
reconozca y rinda pleitesía.
El pasaje de hoy es el comienzo de las “siete
maldiciones” o “ayes” (llamadas así porque cada una está precedida de un “ay”)
de Jesús contra los escribas y fariseos, que examinaremos durante los próximos
tres días (mañana ampliaremos sobre el origen y significado de los “ayes”).
Resulta notable la diferencia entre esta lectura y la primera (1 Tes 1-10), en
la que Pablo elogia y da gracias por la fe de los cristianos de Tesalónica,
quienes han sabido mantenerse firmes en la “esperanza en Jesucristo”.
Este contraste debe llevarnos a la reflexión y
a un autoexamen de conciencia. ¿Cuántas altas y bajas experimentamos en nuestro
camino de conversión continua mientras intentamos alcanzar la gloria eterna?
¿Cuántas veces damos gracias a Dios por nuestra fe, por todas las bendiciones
que derrama sobre nosotros a diario, y cuántas veces tenemos que bajar nuestra
mirada al enfrentarnos a nuestro pecado, a nuestra falta de autenticidad, a
nuestro orgullo? Jesús nos está llamando a ser genuinos, transparentes, pero
sobre todo humildes: “el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los
humildes” (Salmo).
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis
vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren”. Este primer “ay” nos proporciona
la clave de por qué Jesús, el manso y humilde corazón, puede tornarse en una “fiera”
cuando se enfrenta a los que tergiversan el mensaje al punto de impedir a otros
la entrada al Reino de los cielos. Los fariseos escondían su hipocresía en el
“cumplimiento” estricto de la Ley, por encima de la justicia y el amor,
angustiando a los fieles con “pecados” que son meras interpretaciones
legalistas; interpretaciones que llegan a convertirse en “camisas de fuerza”
que nos impiden movernos en nuestro camino a la santidad y a la salvación.
Hemos dicho en otras ocasiones que la voluntad
de Dios es que todos obtengamos la salvación. Jesús es claro en su mensaje; o
estamos con Él, o en contra de Él (Lc 11,23). No hay términos medios. Y
mientras de Él dependa, ninguna de sus ovejas se ha de perder (Mt 18,14). Por
eso ataca como una leona parida a los que puedan ser piedra de obstáculo para
nuestra salvación.
Que pasen una hermosa semana llena de
bendiciones.
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