"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA VIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O.
(1)
“Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá
vuestro Señor”.
La liturgia de hoy nos ofrece la parábola del
siervo vigilante (Mt 24,45-51), una de las llamadas “parábolas del juicio”, que
nos presentan la inminencia e impredecibilidad de la segunda venida de Jesús y
el Juicio que la acompañará: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá
vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la
noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su
casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis
viene el Hijo del hombre”.
Mateo la coloca esta parábola inmediatamente
después de la de “los tiempos de Noé”, en la que Jesús nos presenta a los de
ese tiempo comiendo y bebiendo, y casándose como si nada fuera a ocurrir, hasta
que de súbito fueron arrastrados por el diluvio. No se trata de que estuvieran
haciendo nada malo; no hay nada malo en disfrutar de los placeres de la vida.
El problema surge cuando nos entregamos a los placeres al punto que estos nos
alejan de Dios, nos hacen perder nuestra espiritualidad, conformándonos con “no
hacer el mal”.
La parábola de hoy nos coloca en medio de
nuestra realidad de día a día. La “vida” nos presenta muchas oportunidades para
“pasarla bien”, y cada vez nos vamos dejando arrastrar por los placeres
(siempre tendremos tiempo para arrepentirnos; ¡y hasta para confesarnos!). Y
como nuestra “hora” no ha llegado aún, continuamos hundiéndonos cada vez más en
la autocomplacencia porque el “amo” no está (¿en serio?) y no llega todavía.
Pasamos por alto que en cualquier momento este puede llegar y encontrarnos como
el criado canalla que maltrató a sus compañeros y se dedicó a comer y beber con
los borrachos, hasta que el día y la hora en que menos se lo esperaba, llegó el
amo, lo sorprendió y lo hizo pedazos, “mandándolo a donde se manda a los
hipócritas (otra vez esa palabra)”, a ese lugar donde “será el llanto y el
rechinar de dientes”.
Esta parábola, al igual que las otras
“parábolas del juicio”, nos invita a hacer introspección, examen de conciencia,
y preguntarnos. ¿Soy como el criado vigilante, o me identifico con el criado
canalla? ¿Cómo sé si voy a ver el amanecer de mañana? Si el amo llega sin
avisar, ¿cómo me encontrará?
Por eso en la primera lectura (Tes 3,7-13) San
Pablo nos exhorta a mantenernos firmes en el amor que nos fortalece “para que,
cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os
presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre”.
Hoy el Señor nos ha hablado a través de estas lecturas, y nos ha dicho que todavía estamos a tiempo, aunque no sabemos si nuestro día y hora van a ser hoy… Que conste, Jesús nos advierte, no nos acusa; y siempre nos espera en el sacramento de la reconciliación. ¿Cuándo fue la última vez que te reconciliaste? Anda, ¡todavía estás a tiempo! Mañana puede ser tarde…
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