De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA ROSA DE
LIMA, PATRONA DEL LAICADO DOMINICO DE PUERTO RICO
“El día en que su madre le reprendió por
atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó: ‘Cuando
servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos
de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús’”. (CIC 2449).
Aunque la Fiesta universal de santa Rosa de
Lima es el 23 de agosto, en muchos países, como en su natal Perú y en Puerto
Rico, se celebra hoy 30 de agosto. Santa Rosa de Lima fue la primera santa
americana canonizada, patrona de las Américas y, al igual que Santa Catalina de
Siena, a quien siempre trató de imitar, terciaria dominica. La cita del
Catecismo de la Iglesia Católica que hemos transcrito resume la vida y misión
de esta insigne santa de nuestra Orden. Santa Rosa de Lima también es la
patrona del Laicado Dominico de Puerto Rico.
Santa Rosa supo ver el rostro de Jesús en los
enfermos, en los pobres, y en los más necesitados, comprendiendo que
sirviéndoles servía a Jesús, y que haciéndolo estaba haciéndose acreedora de
ese gran tesoro que es la vida eterna (Cfr.
Mt 25,40.46). Comprendió que valía la pena dejarlo todo con tal de servir a
Jesús.
Durante su corta vida (vivió apenas treinta y
un años) supo enfrentar la burla y la incomprensión y combatir las tentaciones
que la asechaban constantemente. Su belleza física le ganaba el halago de
todos. Con tal de no sentir vanidad y evitar ser motivo de tentación para
otros, llegó al extremo de desfigurarse el rostro y las manos. Cuentan que en
una ocasión su madre le colocó una hermosa guirnalda de flores en la cabeza y
ella, para hacer penitencia por aquella vanidad, se clavó en la cabeza las
horquillas que sostenían la corona con tanta fuerza que luego resultó difícil
removerla.
La lectura evangélica que nos ofrece la
liturgia propia de la Fiesta (Mt 13,44-46) nos presenta las parábolas del
tesoro y de la perla (dos de las llamadas “parábolas del Reino” que Mateo nos
narra en el capítulo 13 de su relato):
“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro
escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de
alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se
parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al
encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró”.
Rosa de Lima había encontrado ese gran tesoro
que es el amor de Dios, y ya todo palidecía, todo lo consideraba basura con tal
de ganar Su amor (Cfr.
Flp 3,8). Por eso, aún durante la larga y dolorosa enfermedad que precedió su
muerte, su oración era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en
la misma medida tu amor”.
Cuando leemos las vidas de los grandes santos,
nos examinamos y comprendemos lo mucho que nos falta para alcanzar esa santidad
a la que todos estamos llamados (1 Pe 1,15). Si ellos, humanos igual que
nosotros, con nuestras mismas debilidades, lo lograron, nosotros también
podemos hacerlo.
Hoy, pidamos la intercesión de Santa Rosa de Lima para que el Señor nos conceda la perseverancia para continuar en el camino hacia la santidad.
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