"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
LO QUE SALE DE DENTRO, HACE AL HOMBRE IMPURO
1 Se reúnen junto a él los fariseos, así
como algunos escribas venidos de Jerusalén.
2 Y al ver que algunos de
sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas,
3 - es que los fariseos y
todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados
a la tradición de los antiguos,
4 y al volver de la plaza,
si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición,
como la purificación de copas, jarros y bandejas -.
5 Por ello, los fariseos y
los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la
tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»
6 El les dijo: «Bien
profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me
honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
7 En vano me rinden culto,
ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres.
8 Dejando el precepto de
Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.»
14 Llamó otra vez a la
gente y les dijo: «Oídme todos y entended.
15 Nada hay fuera del
hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre,
eso es lo que contamina al hombre.
21 Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos,
asesinatos,
22 adulterios, avaricias,
maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.
23 Todas estas
perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»(Mc.
7,1-8.14-15.21-23)
No es bueno para el hombre salir de sí y entretenerse en
mirar y observar vidas ajenas, contemplar sus obras para después, normalmente,
juzgar sus hechos y peor aún, sus intenciones... Los escribas y fariseos se
acercan a Jesús para, desde su exterioridad, hacerle un juicio: “tú no eres un
Maestro auténtico de Israel, porque te saltas los preceptos y mandatos que
hicieron los hombres sobre la Ley”. Ellos estaban muy lejos de ver que Dios no
se entretiene en prescribir estás “exterioridades”... ¡Siempre el hombre “justo
y entendido” enmendando la plana a Dios y “completando con su cosecha
complicada” lo que Dios mandó con gran simplicidad y verdad...
“Los judíos devotos han de lavarse las manos antes de comer”… ¡Si esto es por
higiene está bien, pero hacer de ello una Ley divina irrevocable, es querer ser
maestro y consejero de Dios!... Jesús apela a “lo que sale de dentro” que, en
verdad, ha de ser muy limpio: el corazón muy puro ante Dios por sus intenciones
buenas. Y los labios van detrás para honrar a Dios y no al revés, como hacían
estos jueces de la Ley. Por esto “su culto es vacío”, no cumple el fin para el
que nos dictó Dios los preceptos: “amar a Dios sobre todas las cosas y amar al
prójimo como a nosotros mismos”. Si los preceptos y mandatos ahogan el amor, no
son buenos y por tanto no son de Dios...
“Los alimentos que entran de fuera no pueden hacer
impuro al hombre”, porque el mal y el pecado en el hombre siempre sale de
dentro de su corazón. Está herido y muchas veces “no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero, eso hago". Tiene en sí mismo una lucha interior
de la que sólo puede librarle la gracia de Cristo, que nació, murió y resucitó
para librarnos de esta tendencia tan malsana que nos esclaviza... Pero el que
se entrega al poder del Espíritu de Jesús, ese se ve libre de esta esclavitud y
por tanto del poder del Maligno que siendo “el príncipe de este mundo” no
descansa, para, si pudiera, atraer a todos los hombres fuera de la fuerza de
Dios. Sabemos que, en Jesús, el Maligno está vencido porque su muerte y
resurrección por amor le ha dado muerte, porque sólo el amor es el que redime.
¿No dijo San Juan, categóricamente, que “Dios es Amor”?... ¡El Amor vence a
todas las cosas y, por supuesto, al Diablo y a sus obras que son carnales y no
proceden del Espíritu que habita en el hombre!...
¡Busquemos la interioridad en la oración, en el diálogo
ininterrumpido con Dios, porque esta es “su habitación perpetua”, “el cielo en
la tierra”...
¡No estamos abandonados en nuestra exterioridad y
pecado, como un náufrago en alta mar, sino que siempre Jesús, “nuestro faro”,
nos da luz en cada paso del camino!...
¡Entreguémonos a Él con gran confianza, ya iluminados!...
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