"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (1)
En la primera lectura que nos propone la liturgia para hoy (1 Tes 4,1-18), san
Pablo exhorta a la comunidad de Tesalónica a continuar agradando a Dios
observando la conducta que él les había instruido: “Esto quiere Dios de
vosotros: una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno, que sepa cada cual
controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por
la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios”. Esta exhortación se
da en el contexto de esa carta, que habla de la segunda venida de Cristo y la
necesidad de estar preparados.
El Evangelio, por su
parte, nos presenta la parábola de las doncellas necias y las doncellas
sensatas (Mt 25,1-13), que nos invita a estar preparados, vigilantes. Esta
parábola nos presenta la espera por el “esposo” que tardaba en llegar: “Se
parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y
salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las
sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les
entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el
esposo, salid a recibirlo!” Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se
pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos
un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas
contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es
que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el
esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se
cerró la puerta. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban
preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más
tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.”
Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no
sabéis el día ni la hora”.
Al igual que en la parábola de los talentos que sigue a esta (Mt
25,14-30), las doncellas necias no hicieron nada “malo”. Pero tampoco hicieron
nada para estar preparadas para recibir al Esposo cuando llegara. No hacer nada
es también una manera de hacer el mal; es el equivalente del gran pecado de
nuestros tiempos: el pecado de omisión.
Está claro; Jesús es el “Esposo” en quien se hace presente el Reino de
Dios, representado en el banquete de bodas. Cristo nos invita a ese banquete, a
tomar una decisión ante Él y a vivir de tal manera que estemos preparados para
ir a su encuentro en cualquier momento, no vaya a ser que por no tener nuestra
alcuza llena de aceite, cuando finalmente llegue y acudamos a su encuentro ya
la puerta se haya cerrado, y cuando toquemos nos diga: “No te conozco”.
La invitación está cursada y la mesa del banquete está dispuesta. La pregunta obligada es: Cuando llegue el Esposo (puede ser esta noche), ¿estaré preparado para salir a su encuentro y entrar al banquete?
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