"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MARTES DE LA VIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (1)
En la primera lectura
de hoy continuamos nuestra lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Tesalonicenses. Ayer (1 Tes 4,13-18) Pablo abordaba el tema del destino que
les espera a los que murieron antes de la venida del Señor. En el pasaje de hoy
(1 Tes 5,1-6.9-11) Pablo aborda la otra gran preocupación de los de Tesalónica:
el tiempo y las circunstancias de la segunda venida del Señor.
Pablo advierte que ese momento puede ser cuando menos lo esperemos, que ha
de llegar “como un ladrón en la noche”. Por tanto debemos estar vigilantes.
Aquí Pablo utiliza la contraposición luz (gracia) – tinieblas (pecado), y nos
exhorta a permanecer en la luz para cuando en Señor regrese no nos sorprenda en
la oscuridad. “Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día
no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del
día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas”.
El relato evangélico que contemplamos en la liturgia de hoy (Lc 4,31-37)
nos narra el primer milagro de la “vida pública” de Jesús recogida en los
evangelios sinópticos. Jesús acababa de pronunciar su “discurso programático”
en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18-21). De ahí bajó a Cafarnaún, ciudad que se
convirtió en el “centro de operaciones” de su actividad misionera. Nos dice el
Evangelio que allí Jesús enseñaba en la sinagoga los sábados. Estando en la
sinagoga, se suscitó el episodio del hombre endemoniado que nos narra la
lectura de hoy, y la expulsión del demonio que le poseía.
Se trata de uno de los llamados “exorcismos” realizados por Jesús. Aunque
los exégetas están de acuerdo que muchas de esas “posesiones” son en realidad
enfermedades como epilepsia o desórdenes mentales, lo cierto es que, no importa
cómo las cataloguemos, Jesús demuestra su poder sobre ellas. Poder que se
manifiesta a través de su Palabra.
Actualizando ese pasaje a nuestra realidad, si nos examinamos a
conciencia, podemos identificar aquellos “demonios” que nos impiden llegar a
Jesús y nos mantienen en las tinieblas, alejados de Él y de su mensaje
liberador. Esos demonios que cuando Jesús se nos acerca le gritan: “¿Qué
quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?”
Si abrimos nuestro corazón al Amor de Jesús, y nuestros oídos a su
Palabra, esta dirá a nuestros demonios: “¡Cierra la boca y sal!”. Entonces
quedaremos liberados de esos demonios que nos mantenían encadenados, y que no
pueden resistirse ante el poder esa Palabra que hacía decir a los que veían a
Jesús: “¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus
inmundos, y salen”. Es la victoria del Amor infinito de Jesús que vence
nuestras debilidades, nuestras impurezas, nuestros egoísmos. Solo así podemos
encontrar la verdadera libertad convirtiéndonos en “hijos de la luz”.
En este día pidamos a Jesús que con el poder infinito de su Palabra nos libere de todos aquellos demonios que nos mantienen encadenados y apartados de Él, para que vivamos en la Luz.
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