"Ventana abierta"
Tahar
y el perfume
Desde que era alcantarillero, Tahar se pasaba
todas sus jornadas chapoteando entre los excrementos. Un buen día, al salir de
su trabajo, una perfumería despertó su curiosidad y entró en el
establecimiento. Asombrado por todas estas fragancias desconocidas, aspiró
profundamente para captarlas mejor, pero su cuerpo se puso rígido y perdió el
conocimiento en el acto. Trataron de reaccionarle sin éxito. Le hicieron
respirar sales, le dieron cachetitos en las mejillas, le rociaron con agua, pero
todo fue en vano. Tahar seguía inconsciente.
Avisado, su padre se fue a toda prisa hacia la
perfumería, provisto de una cajita de excrementos. Una vez allí, se acercó a
Tahar y abrió la caja ante su nariz. Algunos segundos después, éste se
despertó, asombrado de encontrarse en una situación semejante.
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Existen ciertos niveles del ser a los que no se
puede acceder sin pasar previamente por una profunda catalepsia, o dicho de
otro modo, sin morir para uno mismo.
Si percibimos en nosotros un nuevo nivel más
elevado, es preciso morir para nosotros mismos para alcanzarlo. Si nos quedamos
apegados a lo que somos mientras tratamos de acceder a él, entramos en una
crisis profunda. No se trata ya de renacimiento, sino de pérdida de
conocimiento y de crisis.
En nuestro interior, unas perfumerías bordean
nuestras alcantarillas. No es posible pasar de las unas a las otras sin
transición. Es preciso avanzar lentamente para habituarse a una manera de ser
nueva. Progresar no es fácil. Es por esta razón, por otra parte, por lo que se
compara el trabajo y el progreso espiritual con el arte de la talla del
diamante.
La sabiduría de los cuentos – Alejandro Jodorowsky
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