"Ventana abierta"
Dominicas lerma
Comentarios a la Palabra de dios
DOMINGO
XIX (T. ORDINARIO)
CICLO A
- TEOFANIA -
I Re. 19, 9.11-13
9 Allí entró en la
cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le
dijo: « ¿Qué haces aquí Elías? »
11 Le dijo: « Sal y
ponte en el monte ante Yahveh. » Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán
tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero
no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero
no estaba Yahveh en el temblor.
12 Después del
temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el
susurro de una brisa suave.
13 Al oírlo Elías,
cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue
dirigida una voz que le dijo: « ¿Qué haces aquí, Elías? »
(v.
9) - Elías,
el profeta de fuego, abatido por las luchas y las persecuciones, sube al monte
Horeb a encontrar fortaleza en el lugar donde a Moisés se le reveló Dios.
Quiere salvaguardar la alianza y restablecer la pureza de la fe que en Moisés
quedó concluida (Ex. 3; 33, 18; 34, 9).
Así, Moisés y Elías están relacionados por
la Teofanía del Horeb y con Cristo en la Transfiguración (Mt.
17, 1-9),
- “Entró
en la cueva”, es la hendidura de la peña
(Ex. 33, 21) donde se metió Moisés durante la aparición divina.
- Los versículos 9-10 son un duplicado
de los versículos 13-14.
- Elías, veló esa noche en oración y
Dios le habló en su dolor.
(v. 11-13) - Jahvé le manda “salir y ponerse en el monte ante El” y aparece un huracán, temblor
de tierra y fuego que en Ex. 19 manifestaba la
presencia de Dios y que aquí sólo son signos precursores de su paso. Cuando
todo ésto se calma aparece un “susurro suave”, símbolo de la espiritualidad de Dios y
de la intimidad de su trato con los profetas. Pero no se la
suavidad de su acción, pues las órdenes que le da después a Elías son fuertes.
Paro con el profeta desesperado y cansado, Jahvé tiene una bondad delicada y
una ternura que le reconforta.
- Ante la presencia de Dios, Elías “se cubre el rostro”, en señal de respeto.
Rm. 9, 1-5
1 Digo la verdad en
Cristo, no miento, - mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo -,
2 siento una gran
tristeza y un dolor incesante en el corazón.
3 Pues desearía ser
yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la
carne,
4 - los israelitas -,
de los cuales es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación,
el culto, las promesas,
5 y los patriarcas;
de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de
todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
- Aborda aquí San Pablo el destino de
Israel y entra en el anuncio de la justificación. Su pueblo pretendió
permanecer fiel a su elección histórica por parte de Dios y se equivocó, no se
convirtió en Cristo, sino que siguió fiel a la ley y “Cristo es el final de la ley” (10, 4). Pues no es la “justicia de la ley” la
que salva a Israel, sino la “justicia
de Dios” (10, 3). El pueblo de Dios estará así
formado por judíos y gentiles: el Evangelio es la fuerza y salvación de Dios
para todo el que cree.
(v. 1-3)
- Todo este problema conmueve a S. Pablo vivamente. Son las
relaciones de Israel con Cristo, de su historia y de su futuro que le afectan
personalmente.
- Expresa su tristeza y dolor por la
incredulidad de su pueblo a quien ama mucho. El Espíritu Santo agudiza la
conciencia de este rechazo, de este pecado.
- Son sus hermanos y compatriotas por
los que está dispuesto al sacrificio supremo: renunciar a su
vinculación con Cristo con tal de ganarlos para Cristo (Renuncia a la
alegría Pascual en favor de un hermano).
- Esta disposición de ánimo nos
recuerda a Moisés intercediendo por el pueblo que al pie del Sinaí se ha hecho
un “dios de oro” (Ex. 32, 32).
- Las disposiciones de Moisés y S.
Pablo no son la propuesta de un negocio a Dios, pues su acción está por encima
del pensamiento y querer del hombre, pero su gracia se muestra eficaz cuando
aparecen las súplicas, deseos y compasión humanos y esto entra por tanto en la
solicitud de Dios.
(v. 4-5)
- Pero no son sólo los vínculos de la sangre los que conmueven el
corazón del Apóstol, es también el recuerdo de los altos privilegios que este
pueblo ostenta y que ha conservado en su historia, pero que no ha sabido
perpetuar.
- Era como un “hijo” por su
experiencia de la revelación de la gloria de Jahvé; la
constante proximidad de Dios en la alianza,
la ley, el culto. Con ello es difícil comprender cómo
este pueblo no ha llegado a la meta de las promesas que se le habían hecho.
- Pero Dios sigue fiel a sus promesas
y por ello, en esta infidelidad de Israel, se realiza providencialmente la
salvación en favor del mundo.
- Al final en esta alabanza (v. 5b)
remite una vez más a Dios todos los dones que mencionó antes.
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