"Ventana abierta"
El bosque de las fantasías
Mi maestra Rosa
Cuento de amor: Mi maestra Rosa
Juan estaba enamorado de su maestra Rosa. Le
gustaba porque era muy buena con él, olía a flores y le dejaba jugar o
descansar cuando lo necesitaba, pero lo que a Juan más le gustaba de ella era
la paciencia que tenía siempre a la hora de explicar una clase.
Juan era diferente a otros niños, pues a él a
veces le costaba entender mucho las cosas que a los demás les parecían fáciles,
como tener que decir una lección en alto hablar en escribir y seguir a buen
ritmo los dictados de la maestra Rosa. En lugar de aquello, y al no sentirse
igual que los demás, Juan prefería sentarse en un rincón alejado de la clase y
jugar muy callado para no molestar.
La maestra Rosa era buena con él y les había
hecho entender a los otros niños que a pesar de que Juan era diferente a los
demás en algunas cosas, era un buen niño como el resto y necesitaba el apoyo y
la comprensión de todos sus compañeros, como cualquier otro niño. “Juan no es
raro sino diferente, y eso le hace especial”, dijo una vez la maestra Rosa
cuando uno de los pequeños le preguntó muy curioso por qué Juan no entendía
nunca los chistes que hacían en clase.
La maestra Rosa era tan buena con Juan que él,
confundido, creyó haberse enamorado de ella. El pequeño describía su amor por
ella, como si sintiera mariposas en el estómago; también le sudaban las manos a
menudo por los nervios, aunque a pesar de todo siempre se sentía muy feliz al
verla. De modo que, llegado el día de San Valentín, Juan decidió armarse de
valor y hacerle un regalo muy especial a su profe: un dibujo suyo lleno de
amor.
Juan era muy bueno dibujando y pintando, su
mamá le había enseñado el verano pasado, por lo que no dudó en hacerle un
dibujo a la maestra Rosa. Pero a pesar de las ganas que tenía de terminarlo,
una vez llegado el día de San Valentín, cuando estaba a punto doña Rosa de
entrar en la clase, Juan se puso muy nervioso en la puerta de su salón de
clases, y sintió hasta un poquito de miedo.
Juan era especial, pero en absoluto tonto, y
por un momento tuvo miedo de que no le gustara el regalo a su querida maestra.
Sin embargo, y gracias al apoyo de sus compañeros de clase que no dudaron en
situarse detrás de él para darle ánimos, tal vez Juan se hubiese guardado a
buen recaudo el regalo del dibujo y las flores que había cogido de su jardín.
La maestra Rosa, que había ido muy elegante
aquella mañana con un precioso vestido azul, se puso muy feliz al ver a todos
sus alumnos juntos, pero lo que más le encantó fue ver a todos tan animados y
en señal de hermandad. Y tras el dulce recibimiento, uno por uno comenzaron a
intercambiarse regalos para celebrar la amistad y el valor del compañerismo.
Todos estuvieron muy contentos hablando, riendo y mirando los nuevos regalos
que habían recibido; todos salvo Juan:
- Juan, ¿está todo bien? —preguntó la maestra
Rosa cuando vio que Juan estaba sentado y callado al margen de los demás.
- Sí, maestra Rosa —dijo Juan ocultando su
regalo, a pesar que doña Rosa ya lo había visto.
- ¿Y qué es eso que tienes detrás? —preguntó
ella.
- ¿Esto? —comenzó a decir Juan— Es un regalo para
usted.
- ¡Oh! ¡Pero si es un regalo muy bonito! —Dijo
Rosa entusiasmada— ¿Lo hiciste solo?
Juan se sonrojó un poco y asintió con la
cabeza, y acto seguido la maestra le dio un tierno beso en la mejilla. Juan no
podía creerlo, y muy contento, sonriente y agradecido, retomó su camino en
dirección al resto de sus compañeros. Aquella sonrisa no pasó desapercibida
tampoco entre sus compañeros, pues era la primera vez que escuchaban la risa de
Juan.
Y así, lo que comenzó siendo un día cargado de
nervios y emociones, terminó en un momento inolvidable y en el comienzo de una
nueva vida para Juan llena de nuevos amigos. Juan demostró aquel día que sabía
estar feliz y que disfrutaba de los buenos momentos igual que el resto, y su
iniciativa fue tan bien recibida por el resto de compañeros que ya nunca más lo
dejaron solo. La maestra Rosa, sin Juan saberlo, le había hecho despertar a un
nuevo mundo.
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