"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
PARÁBOLA DE LOS
INVITADOS A LA BODA
1 Tomando Jesús de nuevo la palabra les
habló en parábolas, diciendo:
2 « El Reino de los Cielos
es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo.
3 Envió sus siervos a
llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.
4 Envió todavía otros
siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está
preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a
punto; venid a la boda."
5 Pero ellos, sin hacer
caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio;
6 y los demás agarraron a
los siervos, los escarnecieron y los mataron.
7 Se airó el rey y,
enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su
ciudad.
8 Entonces dice a sus
siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos.
9 Id, pues, a los cruces de
los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda."
10 Los siervos salieron a
los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala
de bodas se llenó de comensales.
11 « Entró el rey a ver a
los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda,
12 le dice: "Amigo,
¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado.
13 Entonces el rey dijo a
los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de
fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes."
14 Porque muchos son
llamados, mas pocos escogidos. » (Mt. 22, 1-14)
He aquí otra parábola del Reino de Dios: un
rey celebra la boda de su hijo y da un gran banquete. Invita a sus amigos
elegidos. Pero, con sorpresa del rey, uno a uno se excusa de su asistencia. Su
pequeño mundo les absorbe: sus tierras, sus negocios… Y la insistencia de la
invitación, a otros les irrita y maltratan a los enviados, hasta matarlos…
Está claro que esta parábola, a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo, va por ellos. Dios les invitó, como
pueblo elegido, a la boda de su Hijo. Pero ellos, a los enviados, a los
profetas, los persiguieron hasta matarlos. Sus “negocios” eran sus preceptos,
con los que habían envuelto a la Ley de Dios hasta hacerla insoportable carga.
Y cuando Jesús les habla de este Reino de
los cielos -a los que el Padre les invita entregándoles un banquete nupcial en
su Hijo, Jesús, porque Él les trae la libertad y el gozo de su Palabra, que
salva y no oprime- ellos se resisten. No están dispuestos a renunciar a su
interpretación de la Ley de Dios, por la sencilla razón de que es obra suya y
creen que por tanto, bendecida por Dios. ¡Su ceguera, llega a estos
extremos!...
Entonces, el rey abandonó a los judíos y
ofreció su Reino y un gran banquete a un pueblo fiel, que diera frutos de
conversión y gratitud a Dios. Todos son invitados, malos y buenos. Pero no
todos son escogidos. A todos se les ofrece la gracia para ser purificados y
entrar en comunión con Dios. Pero no todos se acogen a esta oferta gratuita,
sino que algunos querrán llevar a la boda “su propio vestido”: algunos de sus
merecimientos y obras. Y éstos no son dignos de gozar del festín, donde todo
será Don y Gracia y el mismo Dios será nuestro “vestido”.
¡Qué Jesús nos haga comprender esta
parábola, que va también ahora para nosotros! ¡No busquemos sino revestirnos de
Jesús, dejarnos cubrir por su gracia que es poderosa para salvarnos, y así, con
esta Luz, Jesús mismo nos introducirá en lo secreto y más profundo de sus
misterios y de su amor y beberemos el vino nuevo en su Reino!...
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