Texto del Padre José Pedro Manglano Castellary
Pues bien, el dolor de los pecados NO es así. Para perdonarnos en la confesión Dios nos pide dolor, y este dolor consiste en tres cosas: 1) reconocer que se ha pecado voluntariamente; 2) desear no haberlo hecho; 3) querer no volver a hacerlo y, para ello, poner los medios oportunos.
Es bueno que fomentes y busques el dolor de los pecados. Cristo, como Hombre que era, padeció todos los sufrimientos de su Pasión hace muchos siglos. Pero como Dios es eterno, no tiene tiempo: no hay para Él un antes y un después. Todo está presente ahora delante de Él. Es igual el año 580 que el 1990 o el 3150.
Y en el año 30, cuando cargó con la cruz, y le atravesaron sus manos y pies con clavos, etc., tenía presente en su cabeza divina todo lo que yo -y cualquier otro hombre- hacemos ahora y en cualquier otro momento de la historia. Por eso en el año 30 PENSABA EN TI, Y TÚ ESTABAS PRESENTE EN LA PASIÓN.
Dame, Señor, dolor de mis pecados. Dolor de amor. Lo que yo hago te afecta. Tú pensabas en mí en tu pasión. Y cada día, en cada misa, renuevas tu pasión. Y la renuevas pensando en mí. Gracias, y auméntame el dolor de mis pecados
Continúa hablándole a Dios con tus palabras.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en la Cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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