"Ventana abierta"
Carta
pastoral del Arzobispo de Sevilla por el Día del Seminario
‘Pastores misioneros’
Queridos hermanos y
hermanas:
Saludo con afecto a los fieles de la Archidiócesis en
este tiempo santo de Cuaresma, que deseo muy fecundo y santificador. Os escribo
con ocasión del Día del Seminario, que tradicionalmente se ha celebrado en la
solemnidad de san José y que desde hace unos años se celebra en el domingo más
próximo, en este año el 22 de marzo. San José es para nosotros el hombre justo,
humilde y piadoso, modelo de creyente, que junto a la Santísima Virgen María en
Nazaret fue formando el corazón sacerdotal de Jesús. Como rector del primer
Seminario, sigue custodiando el corazón de aquellos que se preparan en nuestros
Seminarios para ser pastores misioneros tal y como la Iglesia hoy los necesita.
El Día del Seminario nos brinda la oportunidad de
valorar la vocación sacerdotal que se desarrolla, fortalece y consolida en el
Nazaret particular que constituye la vida en el Seminario, en el que se integra
la belleza divina de la vocación, en cuanto manifestación grandiosa del cuidado
de Dios por su Iglesia, y la responsabilidad particular que atañe a cada joven
seminarista para responder a la llamada configurándose con Jesucristo Buen
Pastor. El papa Francisco nos recuerda que el sacerdote es el Buen Pastor en
medio de su pueblo, de manera que la vocación sacerdotal es don inmerecido, que
se ha de recibir con gratitud, al mismo tiempo que entraña un compromiso
generoso de respuesta.
La vocación sacerdotal es un don al que nadie tiene
derecho. “Llamó a los que Él quiso”, nos dice san Marcos (3,13). El sacerdocio
es siempre una iniciativa del Señor. Llamó a los que quiso, no a los que lo
deseaban. No existe ningún derecho al sacerdocio, que tampoco es una profesión
o capacitación alcanzada por méritos o cualidades personales. Es un don de Dios
cuyo destinatario es la Iglesia, en este caso la Iglesia diocesana, que se
alegra y enriquece con las vocaciones sacerdotales que surgen en su seno. Por
ello, a todos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos les invito a
que vivan con alegría y entusiasmo este Día del Seminario, y a que den gracias
a Dios por la hermosa realidad de nuestros Seminarios.
El lema de este año Pastores misioneros, insiste en la perspectiva
misionera que identifica a la Iglesia en su ser. La Iglesia es misión,
proclamación gozosa del Evangelio, celebración mistagógica de los sacramentos y
anuncio definitivo del misterio del hombre en la Resurrección de Jesucristo.
Hoy, en el clima gélido de la incertidumbre y de la indiferencia religiosa, el
sacerdote es como una antorcha que, en medio de la noche, guía al Pueblo de
Dios hacia la plenitud de vida y felicidad que sólo se encuentra en Dios. Por
ello, el sacerdote es más necesario que nunca y también es más urgente que
nunca la pastoral vocacional, que como tantas veces he repetido, no es canción
de un solista, sino un canto sinfónico o coral en el que todos los creyentes
hemos de participar, los padres y madres de familia, los maestros y educadores,
los catequistas, los profesores de religión, especialmente los sacerdotes y
consagrados y todo el pueblo de Dios.
Hay una forma preciosa y muy sencilla de implicarnos en
esta pastoral tan necesaria, la oración a la que todos tenemos acceso.
Por ello, pido a todos los fieles de la Archidiócesis, especialmente a las
monjas contemplativas, a los ancianos y enfermos, a los niños, jóvenes y
adultos que pidan al Señor diariamente la perseverancia y la fidelidad de los
seminaristas y que nos conceda muchos, santos y generosos sacerdotes,
enamorados del Señor porque previamente se han encontrado con Él, que les ha
mirado a los ojos y les ha tocado el corazón. En la pastoral vocacional tiene
un relieve particular la oración que hace realidad el deseo de Dios y provoca
la conversión del corazón. La oración por las vocaciones es tarea que
encomiendo de forma especial a las madres de los sacerdotes y seminaristas, y a
los fieles todos de las parroquias de nuestra Archidiócesis, que diariamente
deben encomendar al Señor la causa santísima de las vocaciones al sacerdocio.
Por último, ruego a todos que tengan en cuenta las
múltiples necesidades de nuestros Seminarios y de nuestros seminaristas y sean
generosos en la colecta destinada en este domingo a este fin. Sólo podemos
garantizar el sostenimiento de los Seminarios con la ayuda económica generosa
de todos los fieles de la Archidiócesis.
En las manos de la Santísima Virgen del Buen Aire y de
los Santos diocesanos pongo la intención de las vocaciones sacerdotales.
Encomiendo a la intercesión de los Santos sacerdotes de nuestra Iglesia
diocesana, san Leandro y san Isidoro, san Manuel González García, el beato
cardenal Spínola y el venerable Fernando de Contreras. Busco también la
intercesión del patrón del clero secular español, san Juan de Ávila.
Con mi gratitud anticipada, para todos, mi afecto
fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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