"Ventana abierta"
UNA REFLEXIÓN PARA CADA DÍA DE LA CUARESMA
Día
30º. JUEVES 26 de marzo de 2020
Texto del Padre José Pedro Manglano Castellary
Presencia de Dios. La
madre que tiene el pequeño en la cuna, trabaja arreglando las cosas de la casa;
plancha, limpia..., pero siempre está pendiente del hijo. Esta madre
tiene presencia del hijo, no lo pierde de vista.
Lo mismo que esa
madre podemos hacer nosotros con el Señor. Mientras estudiamos, mientras
hacemos deporte, cuando estamos en clase, cuando vamos por la calle, a la hora de
comer, al meternos en la cama, y en todas las circunstancias en que nos podamos
encontrar, son situaciones en las que si nos empeñamos podemos hablar con el
Señor, decirle una jaculatoria, pedirle ayuda, etc...
Si no tienes
concretada una jaculatoria para repetir durante el día, la Cuaresma es buen
momento para hacerlo, porque así el señor se sentirá más acompañado y más
querido. Alguna jaculatoria puede ser: ¡Jesús
te amo!, ¡Señor, perdóname porque soy un pecador! Y los días anteriores ya han
salido buenas ocasiones para decir jaculatorias: al ver un crucifijo, visitar
sagrarios cuando pasas cerca de una iglesia, al hacer un sacrificio, cuando te
vienen a la cabeza excusas para no mortificarte, cuando ves que actúas con la
ley del gusto.
Puedes hacer un poco
de examen para ver cómo vas en eso. Señor, yo quiero acordarme y decirte muchas
jaculatorias durante el día; recuérdamelo Tú. Y tú, ángel de mi guarda.
Continúa hablándole a
Dios con tus palabras.
Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho termina con la oración final.
ORACIÓN FINAL
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en la Cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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