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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

miércoles, 5 de diciembre de 2018

IRÉ MANDANDO LAS CATEQUESIS DEL PAPA SOBRE LA ORACIÓN DEL PADRENUESTRO. Entre el 5 Diciembre 2018 y 22 Mayo 2019

"Ventana abierta"


IRÉ MANDANDO LAS CATEQUESIS DEL PAPA SOBRE LA ORACIÓN DEL PADRENUESTRO


1. Enséñanos a orar
Los Evangelios nos presentan retratos muy vívidos de Jesús como hombre de oración. Jesús rezaba. A pesar de la urgencia de su misión y el apremio de tantas personas que lo reclaman, Jesús siente la ne­cesidad de apartarse en soledad y rezar. El Evangelio de Marcos nos cuenta este detalle desde la primera· página del ministerio público de Jesús ( Mc 1, 35). 

El día inaugural de Jesús en Cafarnaúm terminó triunfalmente. Cuando el sol se ha ocultado, una multitud de enfermos llega a la puerta donde vive Jesús: el Mesías predica y sana. Se cumplen las anti­guas profecías y las expectativas de mucha gente que sufre: Jesús es el Dios cercano, el Dios que libera. Pero esa multitud es todavía pequeña en compara­ción con muchas otras multitudes que se reunirán alrededor del profeta de Nazaret; a veces se trata de reuniones inmensas, y Jesús es el centro de todo, el esperado por el pueblo, la respuesta a la esperanza de Israel.
Y sin embargo, Él se desliga; no se convierte en rehén de las expectativas de quienes lo han elegido como líder. Pues es un peligro que corren los líde­res: apegarse demasiado a la gente, no tomar distan­cia. Jesús se da cuenta y no se convierte en rehén de la gente. Desde la primera noche en Cafarnaúm de­muestra que es un Mesías singular. En la última par­te de la noche, cuando está a punto de amanecer, los discípulos lo siguen buscando, pero no consiguen encontrarlo. ¿Dónde está? Hasta que, por fin, Pe­dro lo localiza en un lugar aislado, completamente absorto en la oración, y le dice: «¡Todos te buscan!» (Mc 1, 37). La exclamación parece la cláusula que confirma el éxito de un plebiscito, la prueba del buen resultado de una misión.

Pero Jesús dice a los suyos que debe ir a otro lu­gar; que no es la gente la que lo busca a Él, sino que es ante todo Él quien busca a los demás. Por eso no debe echar raíces, sino seguir siendo un peregrino por los caminos de Galilea (vv. 38-39). Y también peregrino hacia el Padre, es decir: rezando. En un camino de oración. Jesús reza.
Y todo sucede en una noche de oración.

En distintas páginas de las Escrituras parece ser ante todo la oración de Jesús, su intimidad con el Padre, la que lo gobierna todo. Lo será especialmen­te. por ejemplo, en la noche de Getsemaní El últi­mo trecho del camino de Jesús (el más difícil de to­dos los que había recorrido hasta entonces) parece encontrar su significado en la escucha continua de Jesús a su Padre. Una oración que ciertamente no es fácil; es más, es una auténtica agonía en el sentido del agonismo de los atletas; y sin embargo, es una oración capaz de sostener el camino de la cruz.
Este es el punto esencial: allí, Jesús rezaba.

Jesús rezaba intensamente en los actos públicos, cuando compartía la liturgia de su pueblo, pero también buscaba lugares apartados, separados de la vorágine del mundo; lugares donde fuera posible descender al secreto de su alma: es el profeta que pisa las piedras del desierto y sube a lo alto de los montes. Las últimas palabras de Jesús antes de ex­pirar en la cruz son palabras de los Salmos, es decir, de la oración, de la oración de los judíos: rezaba con  las oraciones que su madre le había enseñado.

Jesús rezaba como reza toda persona en el mundo, Y, sin embargo, su modo de rezar también encerraba un misterio, algo que seguramente no escapó a los ojos de sus discípulos, pues encontramos en los Evangelios esa súplica tan simple e inmedia­ta: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Ellos veían que Jesús rezaba y tenían ganas de aprender a rezar: «Señor, enséñanos a rezar», Y Jesús no se niega, no está celoso de su intimidad con el Padre: Él ha venido precisamente para introducirnos en esta relación con el Padre. Y así se convierte en maestro de oración para sus discípulos, como ciertamente quiere serlo para todos nosotros. 
Nosotros tam­bién deberíamos decir: «Señor enséñame a rezar. Enséñame».

Aunque recemos quizá desde hace muchos años, siempre debemos aprender! La oración del hombre, este anhelo que nace de forma tan natural de su al­ma, es quizás uno de los misterios más profundos del universo. Y ni siquiera sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios son efectivamente las que Él quiere escuchar. La Biblia también nos da testimo­nio de oraciones inoportunas, que al final son recha­zadas por Dios: no hay más que recordar la parábola del fariseo y el publicano. Solo este último, el publi­cano, regresa del templo a su casa justificado, por­que el fariseo era orgulloso y le gustaba que la gente lo viese rezar y fingía rezar: su corazón estaba hela­do. Y dice Jesús: este no está justificado «porque el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (Le 18, 14). El primer paso para re­zar es ser humildes, dirigirse al Padre y decir: «Mí­rame, soy pecador, soy débil, soy malo»: cada uno sabe lo que tiene que decir. Pero se empieza siempre con la humildad, y el Señor escucha. 
La oración hu­milde es escuchada por el Señor.
Por eso, al comenzar este ciclo de catequesis so­bre la oración de Jesús, lo más hermoso y justo que todos tenemos que hacer es repetir la invocación de los discípulos: «¡Maestro, enséñanos a rezar!». 

Será hermoso repetirlo en este tiempo de Adviento: «Se­ñor, enséñame a rezar». Todos podemos ir un poco más allá y rezar mejor; pero pidámoselo al Señor. «Señor, enséñame a rezar». Hagámoslo en este tiem­po de Adviento y Él ciertamente no dejará que nuestra invocación caiga en el vacío.

Entre el 5/12/2018 y 22/05/2019

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