"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
EL PARALÍTICO CURADO
1 Subiendo a la
barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad.
2 En esto le trajeron un paralítico
postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
«¡ Animo!, hijo, tus pecados te son
perdonados. »
3 Pero he aquí que algunos escribas
dijeron para sí: « Este está blasfemando. »
4 Jesús, conociendo sus
pensamientos, dijo: « ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más
fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir:
5 "Levántate y anda"?
6 Pues para que sepáis que el Hijo
del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice entonces al
paralítico -: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". »
7 El se levantó y se fue a su casa.
8 Y al ver esto, la gente temió y
glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres. (Mt. 9, 1-8)
Lo primero que sintió Jesús ante este hombre minusválido es su mal estado
de espíritu: sus pecados. Pero su parálisis física es la manifestación de su
parálisis espiritual. No siempre suponemos que es así, pero en este hombre, sí
que lo era, por la palabra y la obra de Jesús…
El hombre sabía que estaba en pecado y ante esto: “ánimo hijo, tus pecados
quedan perdonados”, debió de sentir que se le helaba la sangre y quedaba sin
habla. Esto le hizo recobrarse al enfermo y sentir un amor grandísimo y una
fuerza todavía mayor para salir de su pecado: en definitiva, sitió que el
perdón con amor, del mismo Dios, caía sobre él.
Esta es la experiencia que Dios quiere que sintamos al recibir el
sacramento de la reconciliación…, pero no siempre es así, y tendríamos que
pedir a Dios que lo fuera, para nuestro bien y para gloria de su infinita
misericordia…
Cuando Jesús restituyó su alma, inmediatamente sanó su cuerpo. Pero a los
maestros de la ley no les interesa todo esto, ni la salud del enfermo, ni su
estado espiritual. Si a ellos no les interesa el hombre, ¿de qué se preocupan?:
pues de razonamientos humanos, “nadie puede perdonar pecados sino Dios”; pero
Dios sí, y Él pudo hacer que el Hombre Jesús, Dios, los perdonara como hombre
sobre la tierra y más todavía, su mandato a otros hombres, a otros cristos: “a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”…
Por todo esto, los sencillos alaban a Dios, pero “los sabios” son cazados
en su astucia y perecen en sus razonamientos. Danos Señor un corazón dispuesto
al arrepentimiento y a la acción de gracias…
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