"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
MARÍA VISITA A ISABEL
39 En aquellos días, se levantó María y se
fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá;
40 entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel.
41 Y sucedió que, en cuanto
oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó
llena de Espíritu Santo;
42 y exclamando con gran
voz, dijo: « Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;
43 y ¿de dónde a mí que la
madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque, apenas llegó a
mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
45 ¡Feliz la que ha creído
que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! »
(Lc. 1,39-45)
María “va deprisa”. Dice un Santo Padre de la Iglesia
que “la lentitud en el servicio es contraria a la gracia del Espíritu Santo” y
como María era “la llena de Gracia”, su servicio es diligente, sin demora. Sabe
que su prima anciana va a dar a luz y quiere estar a su lado para ayudarla en
este grato acontecimiento. Lo que no preveía María era que el Espíritu Santo
iría delante de ella y estaría presente en el encuentro y saludo de las dos
mujeres, llenándolas de alegría y acción de gracias a Dios.
Isabel fue la primera en gritar, porque el Espíritu
Santo cuando invade a un hombre elegido de Dios, “grita”. No puedo callar las
maravillas de su salvación y el grito es amor devuelto al Amor que tanto nos ha
bendecido y a María “entre todas las mujeres de la tierra”.
Y esto lo hace la fe que es el principio de la unión con
Dios: “dichosa tú que has creído todo lo que te ha dicho el Señor, se va a
cumplir en ti”. María creyó todo el anuncio del ángel y eso que eran cosas
impensables para la mente humana: que engendraría un hijo sin colaboración de
varón; que éste sería Hijo de Dios; que Ella quedaría virgen antes del parto,
en el parto y después del parto; y por fin, que su anciana prima estéril,
Isabel, en su vejez había concebido un niño y ya estaba de 6 meses, antes de
dar a luz...
Todo esto lo creyó María, jovencita de 15 años, en un
solo acto de fe, porque sabía que “para Dios nada es imposible” y el que cree en
Él es capaz de ver todas estas maravillas.
Pero María, no sólo se puso a en camino hacia las
montañas de Judea por prestar un servicio a su prima, sino porque deseaba
compartir con ella lo que el ángel le había comunicado de su estado feliz, aún
siendo anciana y estéril…
María debió de gozar en el Señor mucho, en estos tres
meses. ¡Cuántas cosas compartirían de sus expectativas con sus sendos hijos!
¡Cómo Isabel veneraría y ensalzaría a María porque iba a ser “la Madre de mi
Señor”!. Y María se abajaría cada vez más ante “Dios su Salvador”, porque se
había fijado en “la humildad de su esclava…”
Todo esto que sucedió en las montañas de Judea, no es
más que para meditarlo en el corazón y guardarlo en él, después de haberlo
adorado y orado… ¡Que el Espíritu Santo, que hizo grandes obras en estas
mujeres, abra nuestro corazón para ser también bendecida nuestra vida con su
gracia!
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