"Ventana abierta"
MEDITACIONES DE MONS. VICENTE
JIMÉNEZ ZAMORA, ARZOBISPO DE ZARAGOZA
Vicente
Jiménez, arzobispo de Zaragoza, en homilía de fiesta de la Virgen del Pilar:
«Necesitamos una fe apoyada en Dios y en el ‘conocimiento interno’ del Señor,
nuestro ‘principio y fundamento’»
12 octubre, 2019
* «La Virgen
del Pilar es fuerza para la renovación de nuestra fe… nos recuerda que el
Evangelio es fuente de agua viva para aquellos que lo reciben con alegría y que
luego son capaces de anunciarlo y vivirlo con coherencia y valentía… No
olvidemos que la fe sin obras está muerta (cfr. Sant 2, 26).
Aspiremos a ‘la fe que actúa por la caridad’ (Gál 5, 6)… La
mejor ofrenda de flores a la Virgen es la ofrenda de los frutos de esas flores:
el amor, la alegría, la paz, la justicia y la solidaridad, especialmente con
los pobres»
12 de octubre de 2019.- (Camino católico) El arzobispo de
Zaragoza, monseñor Vicente Jiménez, ha pedido no pasar «frívolamente» ante el
dolor y el sufrimiento, sino «comprometer
con las causas justas de la humanidad, cuidar a las personas y luchar frente a
lo que atenta contra la dignidad humana, para caminar humildemente hacia la
verdad y la justicia en el amor». Así lo ha manifestado en
la Catedral-Basílica zaragozana durante la homilía que ha pronunciado en la misa solemne con motivo de la Fiesta de la Virgen del Pilar,
de la que ha dicho que «el Evangelio es fuente de agua
viva para aquellos que lo reciben con alegría y que luego son capaces de
anunciarlo y vivirlo con coherencia y valentía».
Esa fe, ha continuado, tiene una dimensión social y servicial, y ha de
encarnarse en la vida, comunitaria y eclesial para inaugurar «una nueva etapa evangelizadora marcada por la
alegría», unida a la misericordia, «para que la Iglesia sea un recinto de verdad
y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren un
motivo para seguir esperando».
El arzobispo ha afirmado que la Virgen del Pilar «es fuerza para la renovación de nuestra fe» y «no «no olvidemos que la fe sin obras está
muerta». En el vídeo de 13 TV se visualiza y escucha la homilía del
arzobispo de Zaragoza, cuyo texto completo es el siguiente:
¡Dios te salve, Reina y Madre, Nuestra Señora
del Pilar!
Con fe te veneramos; con amor te honramos; con
esperanza acudimos a ti; te proclamamos bienaventurada.
Queridos hermanos:
Hoy, 12 de octubre, día grande de tu fiesta, llegamos ante tu bendita
imagen, Virgen del Pilar, el clero, autoridades y pueblo fiel, hermanados en
torno a la eucaristía, corazón de la Iglesia, signo de unidad y vínculo
de caridad, unidos por la misma devoción a nuestra patrona de Zaragoza, de
Aragón y madre de la Hispanidad, en un ‘pentecostés mariano’. Fiesta preparada
por la solemne y tradicional novena, organizada por el Cabildo Metropolitano.
Tu imagen morena sobre la sagrada columna, signo de tu presencia, con tu
mano grande, tu rostro atento a nuestras plegarias y el Niño Jesús con el
símbolo del Espíritu entre las manos, nos da fortaleza en la fe, seguridad en
la esperanza y constancia en el amor (cfr. Oración
colecta).
A la luz de la Palabra de Dios proclamada en esta eucaristía, santa María
del Pilar es el amparo de nuestra fe, el arca de la Nueva Alianza (1ª lectura); maestra de los
apóstoles reunidos en oración en la sala del cenáculo en la espera del Espíritu
Santo el día de Pentecostés (2ª lectura); mujer
proclamada por su Hijo bienaventurada, porque escuchó la palabra de Dios y la
cumplió (Evangelio).
Santa María del Pilar, fuerza para la renovación de
nuestra fe
La Virgen del Pilar es fuerza para la renovación de
nuestra fe. Lejos de estar dormida, como canta la jota, vela de día y de noche.
Se mantiene despierta junto a las orillas del río Ebro. Nos sigue refrescando
en sus aguas, a veces tranquilas y otras tempestuosas, y nos recuerda que el
Evangelio es fuente de agua viva para aquellos que lo reciben con alegría y que
luego son capaces de anunciarlo y vivirlo con coherencia y valentía. La Virgen
del Pilar no está dormida ni callada, nos habla en lenguaje claro y
clave moderna constituyendo un elemento importante de cohesión y de
identidad de España en el mundo católico. “El Pilar de Zaragoza ha
sido siempre considerado como símbolo de la firmeza de fe de los españoles. No
olvidemos que la fe sin obras está muerta (cfr. Sant 2, 26). Aspiremos a ‘la fe que actúa
por la caridad’ (Gál 5, 6). Que la
fe de los españoles, a imagen de la fe de María, sea fecunda y operante. Que se
haga solicitud hacia todos, especialmente hacia los más necesitados,
marginados, minusválidos, enfermos y los que sufren en el cuerpo y en el alma”
(Juan Pablo II, Alocución en el acto
mariano en Zaragoza, 6 de noviembre de 2982).
La fe es
fuerza que evangeliza. Necesitamos una fe apoyada en Dios y en el ‘conocimiento
interno’ del Señor, nuestro ‘principio y fundamento’.
Una fe encarnada en la vida, que
narre nuestra propia experiencia: “lo que hemos visto y oído eso os lo
anunciamos” (1 Jn 1, 3).
Una fe con dimensión social y servicial,
que no permite pasar frívolamente ante el dolor y el sufrimiento: la fe es
empatía que lleva a “acoger, acompañar, e integrar”, a comprometerse con las
causas justas de la humanidad, a cuidar a las personas y a luchar frente a lo
que atenta contra la dignidad humana, para caminar humildemente hacia la verdad
y la justicia en el amor.
Una fe comunitaria y eclesial:
urgente llamada a inaugurar “una nueva etapa evangelizadora marcada por la
alegría” (EG 1); a constituirnos en una “Iglesia en salida
misionera” (EG 20 y 97), “con las puertas abiertas” (EG 46).
Una fe unida a la misericordia, “para
que la Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y
de paz, para que todos encuentren un motivo para seguir esperando” (Plegaria
eucarística Vb).
Una fe que nos convierta en “una
Iglesia Diocesana con corazón: una buena noticia para los pobres”: este es
el lema de la Programación Pastoral Diocesana para este curso
2019-2020. Si el Evangelio que anunciamos no se traduce en buena noticia para
los pobres, pierde autenticidad y credibilidad; el servicio privilegiado a los
pobres está en el corazón del Evangelio. Para ello necesitamos una
espiritualidad que anime el trabajo en el campo social y de la caridad: una
espiritualidad de la ternura y de la gracia; una
espiritualidad transformadora, pascual y eucarística.
Súplica final
En este día memorable
os invito a volver la mirada y el corazón a la Imagen de la Virgen del Pilar en
su Santa Capilla. No dejemos que ‘los pilares nos impidan ver el Pilar’, porque
sin Pilar no hay pilares. La mejor ofrenda de flores a la Virgen es la ofrenda
de los frutos de esas flores: el amor, la alegría, la paz, la justicia y la
solidaridad, especialmente con los pobres.
Hoy, Madre del Pilar, en el día grande de tu fiesta, venimos ante tu
imagen bendita, con las flores de un deseo y en tu corazón dejamos los afanes
de quienes, desde la vida pública, procuran honradamente el bienestar de todas
las personas; los proyectos de nuestro Ayuntamiento de Zaragoza para el bien
común de todos los ciudadanos; las tareas de quienes, al servicio de la verdad,
informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en
la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano,
prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura
convivencia.
Te pedimos especialmente por nuestras comunidades cristianas para que
tengan corazón y sean acogedoras de las familias de inmigrantes y refugiados,
ofreciendo ‘posadas’ y viviendas; por
los ancianos que viven en soledad y, en ocasiones, mueren solos en sus
casas.
Te encomendamos la fidelidad constante de los sacerdotes, que sin hacer
ruido están empeñados en el día a día de sus comunidades; la vocación de
nuestros seminaristas, que se preparan en el Seminario de San Valero y San
Braulio para ser los pastores del mañana; la gozosa entrega de las monjas en
los claustros; el servicio apostólico de las personas de la vida consagrada;
las necesidades de nuestras familias; el dolor de nuestros enfermos; el sereno
atardecer de nuestros mayores; el compromiso de los seglares ante el próximo
Congreso Nacional de Laicos, Pueblo de Dios en salida. Te
encomendamos de modo especial el fruto del Mes
Misionero Extraordinario, convocado por el papa Francisco,
articulado en torno a cuatro ejes: encuentro con Cristo; testimonio; formación
y caridad misionera.
Con el pan y el vino de la eucaristía, convertidos en el cuerpo y en la
sangre del Señor, recorreremos el camino de renovación de nuestra Iglesia
diocesana. ¡Nuestra Señora del Pilar, ven con nosotros al caminar!
Que tu santo Pilar siga siendo raíz y fortaleza de la fe católica en España.
Santa María del Pilar, Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para
los pequeños, ruega por nosotros. Amén.
+
Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza
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