"Ventana abierta"
El rito de la paz expresa la comunión fraterna entre los miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, antes de recibir su Cuerpo en el Sacramento.
Por: Javier Sánchez Martínez | Fuente: Infocatolica.com
Es característica esencial y propia del rito
romano que la paz se intercambia después del Padrenuestro y -antes de la
Fracción del Pan, según lo determinó en el siglo VI san Gregorio Magno.
Desde entonces hasta hoy es uno de los rasgos
propios del rito romano -como lo es también, por ejemplo, arrodillarse
en la consagración y que las especies se muestren para la adoración
después de la consagración-.
El Sínodo sobre la Eucaristía, en el
pontificado de Benedicto XVI, sugirió desplazar el rito de la paz romano para
anteponerlo al Ofertorio, en vistas, sobre todo, a no perturbar el ritmo de
recogimiento antes de la comunión, dados los múltiples abusos de este rito que
se ha visto desbordado por efusividad y movimientos.
Benedicto XVI recogió esta sugerencia en la
exhortación Sacramentum Caritatis:
"La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Ministerio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. La paz es ciertamente un anhelo indeleble en el corazón de cada uno. La Iglesia se hace portavoz de la petición de paz y reconciliación que surge del alma de toda persona de buena voluntad, dirigiéndola a Aquel que "es nuestra paz" (Ef 2,14), y que puede pacificar a los pueblos y personas aun cuando fracasen las iniciativas humanas. Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. a este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos" (n. 49).
Y en nota a pie de página, n. 53, escribió:
"Teniendo en cuenta costumbre antiguas y venerables, así como los deseos manifestados por los Padres sinodales, he pedido a los Dicasterios competentes que estudien la posibilidad de colocar el rito de la paz en otro momento, por ejemplo, antes de la presentación de las ofrendas en el altar.
Por lo demás, dicha opción recordaría de manera significativa la amonestación del Señor sobre la necesidad de reconciliarse antes de presentar cualquier ofrenda a Dios (cf. Mt 5,23 s.): cf. Propositio 23").
Han pasado los años, se consultó a los Obispos,
y la Cong. para el Culto Divino emitió una Carta explicando el sentido de este
rito de la paz, manteniéndolo en el lugar propio del rito romano -después del
Padrenuestro- y recordando elementos muy básicos para su conveniente realización
que se han ido olvidando.
Dice esta Carta (con fecha 8 de junio de 2014):
1. «La paz os dejo, mi paz os
doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos
en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles
la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el
Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar
donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2].
La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y
resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia,
reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la
vida de cada día.
2. En la tradición litúrgica
romana el signo de la paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado
teológico propio. Éste encuentra su punto de referencia en la contemplación
eucarística del misterio pascual -diversamente a como hacen otras familias
litúrgicas que se inspiran en el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)-
presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el
altar [3]. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien
articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y
contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la
participación sacramental en el misterio celebrado. El signo de la paz, por
tanto, se encuentra entre el Pater noster -al cual se une mediante el embolismo
que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se
implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa
la paz, la comunión y la caridad» [4], la Iglesia «implora la paz y la unidad
para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la
comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental» [5], es
decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.
Visto el sentido, hermoso, hondo, de situar la
paz dentro de los ritos de preparación inmediata a la sagrada comunión, hay que
cortar los excesos y abusos.
Un rito que es espiritualmente
significativo se ha ido convirtiendo en algo parecido a “un recreo”
durante la Misa, saludando todos a todos, moviéndose, haciéndose interminable,
y en ocasiones, abandonando el sacerdote u obispo el mismo altar para dar la
paz indiscriminadamente.
Ni ése es el sentido ni ésa es la
costumbre romana de nuestra liturgia, siempre sobria y elegante.
El rito de la paz expresa la comunión fraterna
entre los miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, antes de recibir su Cuerpo
en el Sacramento.
No es, desde luego, momento de saludarse y
charlar, ni de dar el pésame en un funeral o entierro, ni de felicitar a los
novios recién desposados…
Es otro el sentido; y por ello, ha de ser otro
el modo real de dar autenticidad a ese rito, despojándolo de todo lo que se le
ha revestido últimamente y que desdice del decoro y del orden en la liturgia.
Para una digna realización del rito de la paz
en la Misa, que refleje la verdad de lo que se hace -la paz de Cristo- y se
evite lo que lo desfigura (meros saludos y abrazos sin más, intentando saludar
a todos), la Congregación para el Culto divino, con carta de 8 de junio de
2014, ha recordado lo que ya estaba marcado.
Recoge citas del Misal romano y, explicando el
sentido de este rito, recuerda cómo hay que realizarlo y cuáles son las maneras
defectuosas que se han introducido.
6. El tema tratado es importante.
Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el
significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de
la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la
Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden
constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la cual se
ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente consideración de
las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:
a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo
significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la
Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa
enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es
totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse
la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por
circunstancias concretas, o se retiene pedagógicamente conveniente no
realizarlo en determinadas ocasiones, se puede omitir, e incluso, debe ser
omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice: “Deinde, pro opportunitate,
diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].
b) En base a las presentes
reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la
tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan
nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar
el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos
lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la
experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más
apropiados.
c) De todos modos, será necesario
que en el momento de darse la paz se eviten algunos abusos tales como:
- La
introducción de un “canto para la paz”, inexistente en el Rito romano [9].
- Los
desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz.
- El
que el sacerdote abandone el altar para dar la paz a algunos fieles.
- Que en algunas circunstancias,
como la solemnidad de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones
rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio,
las sagradas Órdenes, las Profesiones religiosas o las Exequias, el darse la
paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los presentes
[10].
d) Se invita igualmente a todas las Conferencias de los Obispos a preparar
catequesis litúrgicas sobre el significado del rito de la paz en la liturgia
romana y sobre su correcto desarrollo en la celebración de la Santa Misa. A
éste propósito, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos acompaña la presente carta circular con algunas pistas
orientativas.
7. La íntima relación entre lex
orandi y lex credendi debe obviamente extenderse a la lex vivendi. Conseguir
hoy un compromiso serio de los católicos de cara a la construcción de un mundo
más justo y pacífico implica una comprensión más profunda del significado
cristiano de la paz y de su expresión en la celebración litúrgica. Se invita,
pues, con insistencia a dar pasos eficaces en tal materia ya que de ello
depende la calidad de nuestra participación eucarística y el que nos veamos
incluidos entre los que meren la gracia prometida en las bienaventuranzas a los
trabajan y construyen la paz [11].
Termina el documento expresando el deseo de que
se dé difusión amplia a esta normativa y se vaya implantando en todas partes
para un fiel desarrollo de la liturgia, ordenado y espiritual.
Por tanto, y en síntesis:
Igual que es propio del Rito bizantino (divina
liturgia de s. Juan crisóstomo) celebrar tras el iconostasio y realizar la Gran
Entrada con el pan y el vino que reciben una veneración proléptica… así, igual
de propio, es en el Rito romano la Paz entre el padrenuestro y la Fracción.
Ahora bien, cumplamos las normas del
Misal:
a) No es obligatorio el intercambio de saludos.
b) Se hace con moderación, sólo a los que están al lado.
c) No hay “Canto de paz”; se hace en silencio y
de manera ágil, sin que parezca el recreo después de clase.
d) El sacerdote espera -¡lo dice el Misal!- a
que se acabe el osculum pacis para comenzar la Fracción y se cante el Agnus
Dei.
Publicado por Parroquias Garachico.
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