Conferencia del Abad General de la Orden Cisterciense
al Congreso de Abades Benedictinos de 2012
Fr. Mauro-Giuseppe Lepori
Abad General de la Orden Cisterciense
Agradezco
al Abad Primado y a todos ustedes por acogerme hoy para estar y rezar
con ustedes (...). Como Abad General he tenido ya varias ocasiones de
aprovechar de la fraterna acogida en comunidades benedictinas del mundo,
en particular en Brasil (...).
Pero
hoy vengo sobre todo a hablarles de la causa para obtener el Doctorado
de la Iglesia para santa Gertrudis de Helfta. He heredado este deseo, al
llegar a ser, en cuanto Abad General, Padre Inmediato del monasterio de
Helfta. Las monjas y muchas personas que gravitan en torno a este
lugar, me han hecho conciente de la importancia de esta iniciativa.
Cuando después se la he comunicado al Capítulo General de los
Cistercienses Trapenses, ha sido como si la chispa inflamara un gran
fuego, favorecido en particular por el abad de Cîteaux, experto en santa
Gertrudis, al cuál unánimemente el Capítulo General de los Trapenses ha
confiado el encargo de representar a su Orden en la promoción de esta
causa.
El Papa Benedicto XVI, durante
la audiencia general del 6 de octubre de 2010, ilustró la figura de
santa Gertrudis, sosteniendo que fue: “Una de las místicas más
famosas, la única mujer de Alemania que recibió el apelativo de ‘Grande’
por su talla cultural y evangélica: con su vida y pensamiento ha
incidido de modo singular en la espiritualidad cristiana”.
Con
su vida y su pensamiento Gertrudis influyó en gran medida sobre la
espiritualidad cristiana, y no solo en el pasado. El santo Padre, al
término de su catequesis, refiriéndose al Séptimo Ejercicio de Gertrudis
afirma:
“Me parece obvio que estas no son solo cosas del pasado,
históricas, sino que la existencia de Santa Gertrudis continúa siendo
una escuela de vida cristiana, de camino recto, y que nos muestra que el
centro de una vida feliz, de una vida verdadera es la amistad con
Jesús, el Señor”.
Y es precisamente por el hecho de que la eminens doctrina
de la santa alemana es significativa para el cristiano actual, que nace
el deseo de dar inicio al procedimiento para poder conferir a la santa
de Helfta el título de Doctora de la Iglesia. Se podría pensar que
Gertrudis ha escrito relativamente poco para recibir tal título, pero la
doctrina eminente no es un hecho cuantitativo, sino más bien
cualitativo: es decir, que el contenido doctrinal debe haber ejercido un
real influjo en la reflexión teológica y en la vida eclesial. Las
características peculiares de la doctrina de un Doctor de la Iglesia
pueden ser resumidas en: la Ortodoxia, la Novedad y la Universalidad. La Ortodoxia es obvia, dado que se ha procedido a la canonización de Gertrudis. Merece una reflexión la Novedad de la doctrina, que es posible encontrar en sus escritos: el Heraldo del Amor Divino, compuesto de cinco libros -aún si solo el segundo está escrito por la Santa- y los Ejercicios Espirituales.
Por primera vez en la historia de la espiritualidad cristiana, una
mujer escribe una autobiografía espiritual; en efecto, así puede ser
considerado el segundo libro del Legatus; en esta obra, la
santa describe su relación con Dios mediante expresiones que tienen
modelo bíblico en el Cantar de los Cantares. Otros aspectos originales
de la doctrina de Gertrudis conciernen a la Cristología y la Liturgia.
Gertrudis de Helfta es considerada la iniciadora de la devoción al
Sagrado Corazón. Es llamada, en efecto, la Teóloga del Sagrado Corazón o
la Santa de la Humanidad de Cristo. Se la representa con un corazón
encendido, visible sobre el pecho, con la imagen de Jesús, generalmente
Niño, al centro. In corde Gertrudis invenietis me, canta la
antífona de las vísperas de su fiesta. El corazón de Gertrudis y el de
Jesús se identifican, signo de aquel “intercambio de corazones” que
después llegará a ser familiar a los místicos, y del cuál se habla ya
expresamente en el Legatus. Las referencias al corazón de
Jesús, metáfora del amor infinito de Dios por su creatura, son
numerosísimas en los escritos gertrudianos.
En
lo que concierne a la Liturgia, la referencia obligada es a Dom
Gueranger, el cuál, presentando la figura de santa Gertrudis, afirma
que:
“Quien quiere darse cuenta de la particular unción de su
palabra, indague la fuente de sus sentimientos y de las expresiones con
las cuales se traducen. Todo sale de la Palabra Divina, no sólo de la
que escuchó del Esposo Celestial, sino también la que fue su alimento
con la lectura de los Libros Sagrados y con la Santa Liturgia. Viviendo
en el claustro, saca continuamente luz y vida de la fuente de la
verdadera contemplación, por la cual el alma apaga su sed en la fuente
de agua viva que brota de la divina salmodia y de la Palabra Inspirada
del Oficio Divino. Gertrudis está tan embriagada de este celestial
licor, que no dice palabra sin revelar la fascinación que allí ha
encontrado. Su vida está tan absorbida de la Liturgia, que vemos siempre
en sus Revelaciones al Señor que se le aparece, que le manifiesta los
misterios celestes, la Madre de Dios y los santos que se presentan a
ella y conversan, a propósito de una antífona, de un responsorio, de un
introito, que Gertrudis está cantando con delicia y del cual gusta todo
el sabor”.
Es sobre todo en los Ejercicios Espirituales
que Gertrudis presenta una liturgia dinámica, viva que conmueve al
cristiano, el cual no puede ser solo espectador de la representación de
los eventos salvíficos. El texto está dividido en siete partes
inspiradas en la liturgia y que corresponden a los diversos tiempos de
la vida cristiana y monástica.
El P.
Cipriano Vagaggini, partiendo precisamente de santa Gertrudis, en varios
escritos ha sostenido que, al interior de la Liturgia, el fiel
contempla, se encuentra con Cristo, lo descubre presente y dialoga con
Él. La liturgia, por lo tanto, es contemplación; y la oración personal a
lo largo del día no está desenganchada de la oración litúrgica. Y
entonces se crea una ósmosis entre oración personal y oración litúrgica,
que pienso que es urgente redescubrir hoy en la Iglesia. El ejemplo
quizás por excelencia de esta mirada, para el padre Vagaggini, está dado
precisamente por santa Gertrudis. Las elevaciones místicas de santa
Gertrudis están todas entretejidas de versículos escuchados en el
Oficio. Y es evidente que, si es así, mientras cantaba los versículos
del Oficio, estaba inmersa en la contemplación.
Por lo que se refiere a la Universalidad,
la devoción por santa Gertrudis está difundida en todas las partes del
mundo, sobre todo donde están presentes los monasterios benedictinos y
cistercienses. Es significativo a este propósito que uno de los primeros
monasterios en obtener la celebración del Oficio de la santa de Helfta,
es el Monasterio de la Concepción de la ciudad de México, monasterio
bien lejano del mundo alemán y europeo. Yo mismo he notado como la
devoción a santa Gertrudis está muy difundida en el Brasil, irradiada
desde sus monasterios.
Como sabemos, el monasterio de Helfta pertenecía a las así llamadas “monjas grises”,
es decir, de observancia cisterciense pero sin estar sometidas a la
jurisdicción de Cîteaux, y por lo tanto, en cierto modo, libres de
seguir costumbres propias. No es para sobrevaluar, sin embargo, que el
íter litúrgico de santa Gertrudis, tenga como protagonista al mundo
benedictino. En efecto, los Monasterios o Congregaciones a los cuales
la Santa Sede concedió en primer lugar la celebración del Oficio,
después la Misa propia, y finalmente la inscripción en el Martirologio,
pertenecían a la gran familia benedictina (...).
Sería
auspicioso, por lo tanto, que al menos las tres Órdenes pudieran
encontrase unidas en solicitar el Doctorado para santa Gertrudis, con la
certeza de que los escritos de la Santa son, como nunca, actuales para
los fieles de hoy en día, como lo ha reafirmado Benedicto XVI.
Fr. Mauro-Giuseppe Lepori
Abad General de la Orden Cisterciense
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