Al cabo de una semana, el anciano salió de la habitación.
El rey y los guardianes se precipitaron al interior para ver el trabajo del misterioso joyero.
Al rey se le saltaron las lágrimas de pura alegría ¡Su joya se había convertido en algo incomparable más hermoso que antes!
El anciano que había grabado en el diamante una rosa perfecta, y la grieta que antes dividía la joya por la mitad se había convertido en el tallo de la rosa.
Para este rey el diamante era su perla preciosa. Era el tesoro de su vida.
Para Dios este diamante somos cada uno de nosotros.
"Eres precioso a mis ojos..., eres estimado y yo te amo".
Quizás como en el diamante del rey, en nuestras vidas aparezcan roturas y grietas.
Somos importantes para Dios, muy importantes..., su joya preciosa.
Y Dios llega por los caminos más simples y a la vez más sorprendentes, y como el anciano joyero viene a hacer en nosotros lo que nosotros no podemos hacer.
Sintámonos sobrecogidos por esa presencia de Dios que trabaja en nosotros.
Dichosos seremos si nos ponemos a tiro y nos dejamos encontrar en la simplicidad.
Convertirá las roturas en tallos y flores.
Y en nuestras grietas se descubrirá la belleza.
"Eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo".
Que Dios bendiga a tantas personas que prestan sus manos a Dios para curar y reparar grietas de los corazones.
¡Que Dios te bendiga, amig@!
No hay comentarios:
Publicar un comentario