"Ventana abierta"
Habla con
Jesús, Él te escucha.
Hoy, quiero compartir con todos vosotros un pequeño tesoro. Es una breve
pero profunda lectura que ayuda a ponerse en situación de oración delante de
Jesús Sacramentado.
La
verdad, duele ver como los así mismos llamados católicos, andan tan
confundidos y por la vida.
No hay nada
comparable a ponerse delante del Santísimo expuesto y leer con detenimiento y
profundidad textos que nos ayudan a presentarnos humildemente ante Dios.
Nos complicamos la vida con posturas, respiraciones y otras técnicas
de moda y sin embargo olvidamos lo sencillo que es hablar con Dios. Entra
en una Iglesia, siéntate y habla con Él…Ve a Misa…¡ya està!.
Aquí os dejo unas líneas preciosas que hace un año oí
y me llegaron al corazón.
«No es preciso hijo mío, saber mucho
para agradarme mucho; basta que me ames mucho. Háblame pues aquí,
sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu
madre o a tu hermano.
¿Necesitas hacerme a favor de alguien alguna súplica cualquiera?
Dime su
nombre, bien sea de tus padres, el de tus hermanos y amigos. Dime enseguida qué
quisieras hiciese yo actualmente por ellos. Pide mucho, mucho. No vaciles en
pedir. Me gustan los corazones generosos, que llegan a olvidarse en cierto modo
de sí mismos para atender las necesidades de los demás.
Háblame con sencillez
de las personas a quienes quisieras ayudar; de los enfermos a quienes ves
sufrir; de los descarriados que tú anhelas regresen al buen camino; de los amigos
ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra
siquiera; pero palabra de amigo , palabra ardiente y fervorosa.
Recuérdame que
he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón y ¿no ha de salir del
corazón el ruego que me diriges por aquellos que tu corazón especialmente ama?
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Y para ti, no necesitas ninguna gracia?
Hazme, si quieres, como una lista
de tus necesidades y ven, léela en mi presencia. . Dime francamente que sientes
orgullo, amor a la sensualidad y al placer, que eres tal vez egoísta,
inconstante, negligente… y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos,
pocos o muchos que haces para liberarte de tus faltas. ¡No te avergüences, hijo
mío! ¡hay en el cielo tantos y tantos justos, tantos y tantos santos que
tuvieron esos mismos defectos! Pero rezaron con humildad…, y poco a poco se
vieron libres de ellos.
No vaciles en pedirme bienes espirituales y materiales,
salud, memoria, éxito en tus trabajos, proyectos o estudios… Todo eso puedo
darte, y deseo me lo pidas, siempre que no obstaculicen, sino más bien ayuden a
tu santificación. Precisamente hoy, ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por ti?
¡Si supieras cuánto deseo poder ayudarte!
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Tienes ahora algún proyecto? Cuéntamelo todo.
¿Qué te preocupa?, ¿qué piensas?, ¿qué deseas?, ¿qué puedo hacer por tus
padres, tus hermanos, tus hijos, tus compañeros, tus amigos? ¿Qué desearías
hacer por ellos? Y por mí, ¿No sientes deseo de mi gloria? ¿Quieres que haga
algo por quienes amas mucho pero que quizá viven lejos de mí? Dime qué cosa en
particular llama tu atención hoy, qué deseas más ardientemente y con qué medios
cuentas para obtenerlo. Dime si no se te logran tus planes y te diré las causas
de tus dificultades. ¿Deseas apoyarte en mí? Hijo mío, yo soy el Señor de los
corazones, y los muevo adonde deseo sin violentar su libertad.
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame tus
tristezas detalladamente. ¿Quién te ha herido? ¿Quién lastimó tu orgullo?
¿Quién te ha maltratado? Acércate a mi corazón y encontrarás el bálsamo para
esas heridas del tuyo. Cuéntamelo todo y acabaras por decirme que, a semejanza
de mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas y en pago,… recibirás mi bendición
consoladora.
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Tienes miedo tal vez? ¿Sientes en tu alma conmociones
vagas de tristeza, que por injustificadas no dejan de ser desgarradoras?
Apóyate en mi providencia. Yo estoy contigo, a tu lado. Veo todo, escucho todo.
No te abandonaré en ningún momento.
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Sientes el olvido por parte de personas que antes te
quisieron bien y ahora se alejan de ti sin razón? Reza por ellos, y yo te los
devolveré, si no han de ser obstáculo para tu salvación.
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Y no tienes alguna alegría que comunicarme? ¿Quieres hacerme partícipe de ella
como buen amigo tuyo? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me
hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizás has tenido
agradables sorpresas; quizás has tenido agradables sorpresas; quizás has visto
disipadas graves dudas, has recibido buenas noticias, una carta, un detalle de
cariño, has vencido una dificultad, o salido de una situación angustiosa. Todo
esto es obra mía. Yo te lo he concedido. ¿Por qué no has de manifestarme tu
gratitud y decirme sencillamente como un hijo a su padre: “Gracias, Padre Mío”?
El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le
agrada verse correspondido.
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Tienes alguna promesa que hacerme? Leo, ya lo sabes, el fondo de tu
corazón: a los hombres se engaña fácilmente ; a Dios, no. Háblame pues, con
toda sinceridad.
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
¿Tienes firme resolución de no exponerte más a aquella
ocasión de pecado?
¿De
privarte de aquel objeto que te dañó?
¿De no leer más aquel libro que excitó tu
imaginación?
¿De evitar aquella persona que quitó paz a tu alma?
¿Vas a ser
generoso con esa persona a quien consideras tu enemiga porque te ofendió?
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído…
Ahora hijo mío regresa a tus ocupaciones habituales, a
tu familia, a tu trabajo, a tus estudios… pero no olvides estos quince minutos
de conversación íntima que hemos tenido en el silencio del sagrario. Guarda en
lo posible, silencio, modestia, resignación, amor a tu prójimo. Ama a mi Madre,
que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez a mí con el
corazón más amoroso, más entregado; en el mío encontrarás cada día nuevo amor,
nuevos beneficios, nuevos consuelos.
Haz una pausa y reflexiona sobre lo que has leído… y
da gracias a Dios por el rato que has tenido con Él.
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