"Ventana abierta"
Devoción al
Espíritu Santo
¿Cómo a veces pretendemos ser santos sin tener
una gran devoción al Espíritu Santo, que es el Autor de nuestra santificación?
Parece un contrasentido pero a veces tenemos devoción a todos los santos, y
está muy bien, pero nos olvidamos de tenerle especial devoción al Espíritu
Santo, que es nuestro Santificador.
Ya el Señor nos ha dicho en su Evangelio que el Padre
daría cosas buenas a los que se las pidieran. Y en otro pasaje, hablando de lo
mismo, dice que el Padre eterno dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo
pidan, dando a entender que lo mejor que el Padre puede dar, lo más precioso
que posee, es el Espíritu Santo.
Y la Virgen Reina de la Paz nos dice en Medjugorje que pidamos
el Don del Espíritu Santo, porque teniéndolo, lo poseemos todo.
¿Y nosotros queremos ser santos sin tener especial
amor a la Tercera Persona de la Trinidad? Si el Apóstol nos dice en una de sus
cartas que nadie puede decir Jesús es el Señor sin una especial ayuda de Dios,
¡cuánto más nosotros, que queremos decir y hacer muchas cosas más para ser
santos, necesitamos de la Ayuda especial del Espíritu Santo!
Hagamos el propósito a partir de hoy de tener más devoción al Espíritu Santo,
de hablar más con Él, que es el Dulce Huésped del alma.
Si somos amigos del Espíritu Santo, entonces
preparémonos a ver grandes, muy grandes cosas en nuestra vida y en las vidas de
quienes amamos.
¡Vayamos al Espíritu Santo!
Espíritu Santo, Vida de mi alma, sé muy bien que Tú
vienes a mí en la medida en que yo voy hacia Ti, porque Tú respetas mi libertad
y quieres que yo esté bien dispuesto para recibirte, de modo que si yo no
preparo mi alma para acogerte, Tú no vienes a mí en plenitud.
Por eso es que quiero, a partir de hoy, estar mejor dispuesto para recibirte
siempre en mi alma, para que me inundes con tus siete sagrados Dones, y me
colmes de paz y de amor, puesto que Tú eres la Paz y el Amor.
¡Qué importante es que yo me disponga bien para
recibirte! ¿Acaso no lo hicieron así María Santísima y los Apóstoles,
preparándose durante nueve días a tu venida en Pentecostés?
¿Y yo quiero recibirte sin hacer ningún esfuerzo de mi parte? Verdaderamente
estoy en un error, porque Tú vienes a los corazones dispuestos a recibirte, y
yo, cuando más rece y me prepare a tu venida, tanto más, cuando vengas, me
colmarás de dones y gracias de todas clases.
¡Bendito Espíritu de amor, ten compasión de mí y
ayúdame Tú mismo a preparar mi corazón, porque nadie va a Ti, si Tú no lo
llamas; y nadie te puede recibir dignamente, si Tú no preparas su alma!
Espíritu Divino no me rechaces. Limpia con tu fuego
purificador toda mi vida, mi corazón, y mis intenciones, para que al
llegar a mi alma, encuentres todo bien dispuesto y preparado para acogerte.
Fuente: http://www.santísimavirgen.com.ar
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