"ventana abierta"
6/6/2014
Evangelio día 8:
Domingo de Pentecostés
El
Espíritu nos lleva por todo el mundo a renovar la faz de la tierra. |
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Lectura del santo evangelio según san
Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el día
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les
dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y
el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús
repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío
yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre
ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.»
Palabra del Señor
VIVIR
A DIOS DESDE DENTRO
Evangelio Comentado
por: José Antonio Pagola
Hace algunos años, el gran teólogo
alemán Karl Rahner se atrevía a afirmar que el principal y más urgente problema
de la Iglesia de nuestros tiempos es su “mediocridad espiritual”. Estas eran
sus palabras: el verdadero problema de la Iglesia es “seguir tirando con una
resignación y un tedio cada vez mayores por los caminos habituales de una
mediocridad espiritual”.
La sociedad moderna ha apostado por “lo
exterior”. Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos
con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz ya no encuentra
resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la
corteza de la vida. Se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde
dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la
interioridad.
En la Iglesia se habla mucho de Dios,
pero, ¿dónde y cuándo escuchamos los creyentes la presencia callada de Dios en
lo más hondo del corazón? ¿Dónde y cuándo acogemos el Espíritu del Resucitado
en nuestro interior? ¿ Cuándo vivimos en comunión con el Misterio de Dios desde
dentro?
Acoger al Espíritu de Dios quiere decir
dejar de hablar solo con un Dios al que casi siempre colocamos lejos y fuera de
nosotros, y aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Dejar de
pensar a Dios solo con la cabeza, y aprender a percibirlo en los más íntimo de
nuestro ser.
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