"Ventana abierta"
La novedad de Jesús
Extraído del "Evangelio Diario en la Compañía de Jesús":
La novedad de Jesús está sobre todo en sus imágenes de Dios. Siempre nos imaginamos a Dios como un gran Señor, como un Rey, sentado en un trono sobre los cielos, irradiando majestad.
Jesús lo compara con un campesino sembrando.
Es mucho mejor, porque el Gran Señor no hace más que dar miedo, mientras que el sembrador trabaja.
Dios constantemente trabajando, sembrando para todos.
Luego, cada uno responderá de distinta manera, pero el sembrador no es juez; lo único que hace es esforzarse por la cosecha.
Un Enorme Corazón
Unos leen el mundo desde la justicia, otros desde la solidaridad.
Unos imaginan a Dios como juez inmutable.
Jesús lo imagina con Un Enorme Corazón.
Esta es una parábola para cambiar, para revisar seriamente nuestra manera de juzgar y de vivir.
Los primeros, los que sudaron todo el día, eran hombres de justicia, y eso está muy bien.
Se ganaron el sueldo, les pagaron, todo está muy bien.
Pero su justicia se manchó de injusticia al final.
Podrían haberse alegrado de tener un amo "más que justo".
Podrían haber pensado que quizá al día siguiente no les contrataran a primera hora, y se quedarían sin sueldo y sin comer, ellos y su familia.
Podrían haber pensado que en caso de necesidad podrían contar con un amo generoso.
No pensaron en nada de eso, sólo en la estricta justicia.
Y tenían razón, pero el amo tenía más que rezón: tenía corazón.
Quizá parábolas como esta nos producen sorpresa y aun rechazo precisamente porque tenemos menos corazón de lo que sería necesario -necesario sobre todo para parecernos a nuestro Padre-.
Llamada de obreros a la viña del Señor
Homilía del Capellán del monasterio de las Hnas Clarisas de Madrid.
18 -Septiembre- 2011
San Mateo 20, 1-16.
"Concédenos Señor, cumplir tus mandamientos..."
Eso rezamos y pedimos por tanto con solemnidad en la oración.
Ya en esta mañana la hemos dicho en Laudes.
Lo dijimos ayer tarde en las Vísperas.
Lo volvemos a repetir en este domingo a lo largo de las horas del día, hasta que concluya el día:
"Concédenos cumplir tus mandamientos".
Eso significa que los mandamientos no se pueden cumplir por codos, ¿eh?, sino que hay que pedir a Dios la gracia, que hay que pedir a Dios la fuerza del Espíritu, y que el cumplimiento de los mandamientos nos lleva a la vida eterna.
Ahora bien, ¿cuáles son los Mandamientos?
La pregunta parece de perogrullo. Pero si somos capaces -como lo hice yo ayer, por ejemplo, en una comida con jóvenes, de preguntar cuáles eran los Mandamientos, llamaría la atención profundamente cómo hoy no sabemos siquiera decir de memoria el Decálogo, y al no saber de memoria el Decálogo, es imposible que lo cumplamos. Y me decían algunos compañeros:
"Ah, pero, ¿eso está mandado por Dios?
o "¿Qué tiene que ver Dios con esto?"
Hablando del sexo o de dinero, ellos decían:
"No, no, es que el Decálogo no es lo único".
Ninguno había oído hablar de que la Iglesia tiene cinco mandamientos y claro, no se lo podía preguntar de memoria.
Pero hoy hay un Mandamiento más, porque en definitiva, los mandamientos no son sino seguir a Jesús y estar atentos a Aquel a quien seguimos, porque la vida cristiana, no es sino una vida de seguimiento.
Ser cristiano es seguir a Jesús y estar, por tanto, atentos a lo que Él nos diga.
El primer Mandamiento que no está en el Decálogo, el primero que no está en las tablas de la Ley, pero que es el primero, es escuchar.
El primero:
"Escucha Israel" .
"Escucha", la capacidad de escucha es la apertura del oído y del corazón.
Cuando uno está abierto, está atento, está esponjoso, está dispuesto; y hoy esta disponibilidad nos lleva a escuchar un bellísimo y comprometido mandato de Jesús:
"Id también vosotros a trabajar en mi viña".
Un mandato explícito se nos hace llegar por medio de esta parábola que hoy Jesús se inventa, preciosa, como todas las de Jesús:
"Id también vosotros a trabajar a mi viña".
¡Vosotros, sí, vosotros!
Y lo dice a todos y en todo momento.
Desde ahí hemos de abordar el Evangelio de hoy, que lo abordamos además desde una perspectiva muy interesante.
Hace apenas hoy un mes, estábamos metidos en la borágine intensa e ilusionante de la Jornada Mundial de la Juventud.
Hace un mes estábamos metidos en la semana, esas jornadas bellísimas, que han cambiado la vida de mucha gente.
He gozado muchísimo sabiendo que hay jóvenes que han entrado en el Seminario o que quieren entrar.
Que hay chavales que comenzaron a besarse por las calles y que hoy son novios, y que mañana su amor será bendecido con el Sacramento del Matrimonio, y que dentro de 20-25 años dirán a sus hijos: "¡Nos conocimos en Madrid!, cuando no sabíamos ni siquiera hablar la misma lengua".
Hay muchachas que se han planteado entrar en monasterios o ir a misiones o hacerse vírgenes consagradas.
No habrá pocos que quieran hacerse diáconos, asumiendo el diaconato de manera permanente.
Desde la constitución de la familia a cualquier otra vocación particular.
La JMJ ha creado muchísimas expectativas para trabajar en la viña, porque en definitiva lo que pretendíamos era eso, juntarnos en Madrid para reflexionar cómo podemos edificarnos en Cristo, crecer en Él, arriesgarnos en Él para permanecer firmes en la fe.
Pero permanecer firmes en la fe no sirve para nada si nos quedamos quietos, hay que dar frutos, hay que expandirse, y claro, hay que trabajar en la viña.
Cuentan que ha habido muchísimos tipos de conversiones
-en todas las edades, ¿eh?- porque el Evangelio es para todos y para cualquier momento, para la última hora y para la primera hora.
Dicen que entre las conversiones que ha habido, ha habido mucha gente que se ha "tocado el bolsillo"; porque cuando una persona es capaz de tocarse el bolsillo, ¡ojo ¿eh? porque "obras son amores..."
Un empresario famoso ha ido a un monasterio a ofrecer millones y millones de euros -es como si viniera aquí, a San Pascual, al Monasterio de las Hnas Clarisas a ofrecer millones de euros para hacer tres veces el monasterio ¿eh?- .
Ante tal cosa, los monjes han dicho: vamos a rezar, y esto hay que pensarlo, porque el dinero es desorbitante.
Han citado a la semana siguiente al señor en cuestión.
-durante esa semana han ido 25 parados al monasterio pidiendo comida, pidiendo ayuda-. Es tremendo cuando familias que han sido normales y corientes económicamente hablando, hoy se sienten orilladas, marginadas, ya no son iguales que hace 5 años, de repente se ha perdido un trabajo y todo ha cambiado: depresiones, alcohol, dificultades en la familia, broncas de padres e hijos, como el trabajo, como sentirse útil da una unificación.
Los monjes han entendido que Dios estaba hablando por esas visitas, y cuando el señor ha vuelto, le han dicho:
"Con el dinero, lo que tiene que hacer es dar trabajo, usted que tiene posibilidades dé trabajo a los demás, funde una fábrica, monte una empresa. Vaya usted a la viña a trabajar como tiene que trabajar".
Un laico no puede vivir como un monje.
Una madre de familia no puede vivir como un párroco.
Cada uno es santo, tiene que hacerse santo donde Dios le ha puesto, y cada uno tiene que trabajar en la viña como Dios quiere que trabaje, en el momento que quiere y como quiera.; todos tenemos que trabajar en la viña, y sabemos que el sueldo va a ser para todos el mismo.
Si leemos el Evangelio, esas categorías son puramente económicas, o con la justicia de este mundo no entenderíamos este Evangelio, porque el Evangelio de hoy que debería llamarse "con justeza", el Contratista generoso de lo que está hablando es del Reino de Dios. Lo dice al comienzo del Evangelio:
"El Reino de Dios se parece..."
Mateo ha tomado esta perspectiva, hablar del Reino , recoger todo lo que Jesús dijo sobre el Reino de Dios, y Jesús lo que quiere es comparar.
Para un judío era muy claro, para nosotros que somos gente a veces muy alejados de la vida del campo y de la vida bíblica tal vez no, pero para un judío, decir viña, la palabra viña es decir Israel, es decir algo religioso. La viña en lenguaje común, era el pueblo de Dios.
Trabajar en la viña -ya estaba dicho- es trabajar al servicio del Reino de Dios.
Nosotros no lo comprendemos tan fácilmente, es preciso que alguien nos lo explique.
Pero no están llamados a trabajar en favor del pueblo, los sacerdotes o los levitas:
"Id también vosotros a mi viña, hombres y mujeres, jóvenes y viejos".
Los que soportan el calor de la jornada y el bochorno del día, y los que son llamados a cualquier edad, todos pueden trabajar para el Reino, es necesario el trabajo de todos, y el trabajo de todos puede ser igualmente valioso si lo medimos, no por la cantidad de horas, sino por la calidad del trabajo.
La calidad del cristiano se llama santidad.
El buen ladrón murió yendo al Paraíso en el mismo momento de su muerte, porque la conversión del buen ladrón fue un acto de caridad suprema, que palió todas las dificultades, y todas las desazones, y todo el mal que había hecho.
La vida mediocre de un cristiano, de misa dominical, puede quedarse simplemente en mediocridad, es decir, estamos llamados a la audacia, estamos llamados al heroísmo, y estamos llamados a saber que la "onza" que recibimos, se llama la Vida Eterna.
Cumplir el Mandamiento, supone la Vida Eterna, esa paga que es la misma para todos.
Ahora bien, cuando esto no se ve así, cuando no se ve la calidad sino la cantidad, surge un problema tremendo en la comunidad cristiana que el Evangelio denuncia, que es la envidia; y la envidia puede hacer que muchos que podían estar en el primer lugar, estén en el último.
La caridad, aunque sea uno de última hora, la caridad hace que todos estemos en el mismo nivel.
El Evangelio de hoy no tiene resonancias económicas, sino espirituales, habla de la bondad de Dios, y quizás probablemente, lo que tenemos que decir al mundo, es que Dios es bueno, que Dios nos ama, que Dios se preocupa de nosotros, que el Sacramento de la Reconciliación -que sería bueno que celebrásemos a comienzo de curso- es el cauce del Amor de Dios, y que en la Iglesia podemos experimentar ese Amor.
Ahora bien, que Dios nos ama pasa porque haya hombres y mujeres que sean testigos de su Amor.
El Amor de Dios pasa por el rostro de los creyentes:
Una palabra bien dicha, una sonrisa, una delicadeza, una llamada telefónica, una carta a punto, un aguantar, una visita a un enfermo, unir a la familia el domingo; cualquier detalle por pequeño que sea, puede expresar un tremendo amor. ¡Hagámoslo! Vayamos también a la viña nosotros, y todos, sin excepción, no hay unos más sublimes que otros, lo que hay es una llamada a la santidad, una llamada a la caridad, una llamada a que ese amor sea auténtico.
Todo es Gracia, es la Gracia del Espíritu Santo la que estamos invocando para cumplir el mandato de ir a trabajar a la viña.
Todos, laicos y clérigos, todos estamos en el mismo barco, y para recibir un día todos la Vida Eterna.
Mientras tanto, en la perspectiva del Reino de Dios, cuidemos -y que la gente lo note- las situaciones de dificultad.
Hoy hemos hablado del paro:
¿Qué podemos hacer?
¿Cómo hacerlo?
¿Cómo acompañar a la gente que está peor que nosotros?
Ahí está el termómetro también de nuestra vida cristiana y el termómetro de cómo estamos nosotros respondiendo al mandato de Jesús, de ir a la viña donde están los otros.
Parábola de los trabajadores a su viña.
El Señor nos ha llamado a todos los fieles laicos a trabajar en su viña, la parábola de los trabajadores del viñedo en Mateo 20,1-16 describe ese llamamiento.
No solamente el llamado es para sacerdotes y religiosos, el mismo se extiende a todos por igual, cada persona con una vocación distinta.
Cada laico debe saber para quien trabaja porque “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y aborrecerá al otro” Mt 6,24.
Hoy en día debemos hacernos más presentes en nuestras iglesias, ya que este mundo tan cambiante así lo exige, nuestra presencia debe estar llena de amor, caridad, compromiso y sabiduría, para hacer un mundo cada día mejor.
La vocación de los laicos debe ser a la santidad, al seguimiento y la imitación de JESUCRISTO, en la recepción de sus bienaventuranzas, en el escuchar y meditar la palabra de Dios, en la participación de la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia.
Cada Laico debe estar unido a la vid que es nuestro Señor, por lo tanto nuestra alma, mente y corazón debe estar puesta únicamente en Jesús, para así dar cada día más frutos, y darlos en abundancia.
Por eso es hora de dejar el ocio, la vida fácil, el no compromiso, y el calentamiento de las bancas, para madurar constantemente, para ello, cada fiel laico debe descubrir y vivir su propia vocación y misión.
Es muy importante que tengamos una buena formación en el conocimiento del amor y la obra que tanto el Padre, Hijo y Espíritu Santo han hecho y que seguirán haciendo hasta el fin de los tiempos.
Nuestro compromiso debe ser claro ya que no podemos tener dos vidas, una espiritual y otra secular, debemos tener unidad de vida, donde todas nuestras actividades tanto profesionales, religiosas y familiares, sean ocasiones para ejercer y crecer cada día más en nuestra fe, esperanza y caridad.
La Exhortación Apostólica Post-sinodal de Juan Pablo II sobre la Vocación y misión de los Laicos en su N.61 dice: “La obra educadora de DIOS se revela y cumple en JESUS maestro y toca desde dentro del corazón de cada hombre gracias a la presencia y dinámica del Espíritu.
La Iglesia madre, está llamada a tomar parte de la acción educadora divina, bien en sí misma, bien en sus distintas articulaciones y manifestaciones. Así como los fieles laicos son formados por la Iglesia y en la Iglesia, en una recíproca comunión y colaboración de todos sus miembros”.
Nuestra formación debe ser integral para poder ser colaboradores del DIOS EDUCADOR, porque ¿quién puede amar a quien no conoce?”.
1
Yo quiero trabajar por El Señor,
confiando en Su Palabra y en su amor,
quiero yo cantar y orar y ocupado siempre estar
en la viña del Señor. Coro
Trabajar y orar
en la viña, en la viña del Señor,
sí mi anhelo es orar y ocupado siempre estar
en la viña del Señor.
2
Yo quiero cada día trabajar
y esclavos del pecado libertar
conducirlos a Jesús, nuestro guía nuestra luz
en la viña del Señor.
3
Yo quiero ser obrero de valor
confiando en el poder del Salvador
el que quiera trabajar hallará también lugar
en la viña del Señor.
COMPOSITOR I. Baltzell
AUTOR Pedro Grado
No hay comentarios:
Publicar un comentario