"Ventana abierta"
LA PROTECCIÓN DE DIOS
Web católico de Javier Olivares
Un misionero estaba
colaborando como médico de un pequeño hospital en África. Muchas veces, él
tenía que trasladarse en su bicicleta a través de la jungla hacia el poblado más
cercano, para conseguir material de su trabajo, medicamentos y dinero que le
era enviado desde los Estados Unidos.
El viaje duraba dos días, así que tenía que acampar una
noche. Él ya había hecho este recorrido varias veces sin ningún contratiempo.
En uno de sus viajes, antes del anochecer del primer día encontró a dos hombres
que peleaban fuertemente. Uno de ellos estaba seriamente herido y el otro huyó,
por lo que acudió a atenderle y acompañarle a donde este vivía y dejar algunas
indicaciones a su familia. Semanas después en su siguiente viaje y al llegar a
la ciudad, se le acercó aquel hombre que había atendido, y este le dijo:
"Yo sé que usted cuando regresa, lleva consigo medicinas que necesita y
dinero. El día que usted me atendió de mis heridas, algunos amigos y yo le
seguimos hacia la jungla por la noche, así cuando usted acampara y estuviera
dormido, teníamos planeado matarle y tomar el dinero y las medicinas. Cuando
íbamos a atacarle, vimos que la tienda de campaña estaba rodeada por 16
guardias armados. Nosotros éramos 4 y vimos que era imposible llevar a cabo
nuestro plan así que decidimos retirarnos". Escuchando el misionero le
dijo al hombre riendo: "Eso es imposible. Yo puedo asegurarle que siempre
viajo solo y nadie me acompaña en mis viajes". El hombre le corrigió e
insistió en lo que vio. "No Señor, yo no fui el único hombre que vio a los
guardias. Mis amigos también los vieron y todos contamos el mismo número de guardias.
Estábamos asustados. Fue por eso que le dejamos y desistimos en atacarle.
Cuando regresábamos yo me separé de ellos y fue entonces que después uno de
ellos me siguió y me atacó como castigo por haberlos hecho perder su tiempo y
no haber conseguido nada, ya que yo había planeado todo. Fue entonces que
después usted me encontró y vio huir al que me golpeó y vino en mi ayuda.
Espero que usted me pueda perdonar."
Varios meses después, el misionero asistió a una celebración
dominical en una iglesia en Michigan donde él les contó acerca de sus
experiencias en el África, incluyendo la historia de los 16 guardias que
estuvieron con él mientras acampaba y les dijo: Recuerdo bien ese día porque
era el cuarto aniversario de haber llegado al África.
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