"Ventana abierta"
EN EL TIEMPO Y LUGAR CORRECTO
Web católico de Javier Olivares
Estaba caminando por
una calle poco iluminada una noche ya tarde, cuando escuché unos gritos que
trataban de ser silenciados y que venían de atrás de un grupo de arbustos.
Alarmado, disminuí mi velocidad para escuchar y me aterroricé
cuando me dí cuenta de que lo que estaba escuchando eran los inconfundibles
sonidos de una lucha: fuertes gruñidos, pelea desesperada y tela rasgándose. A
sólo unos metros de donde yo estaba parado, una mujer estaba siendo atacada.
¿Me debería involucrar? Yo estaba asustado por mi propia
seguridad y me maldije a mí mismo por tener que decidir repentinamente el tomar
una nueva ruta a casa esa noche. ¿Y si me convertía en otra estadística? ¿No
debería tan solo correr al teléfono más cercano y llamar a la policía? Aunque
me pareció una eternidad, las deliberaciones en mi cabeza habían tomado solo
segundos, y los chillidos ya habían aumentado poco a poco.
Yo sabía que tenía que actuar rápido. ¿Cómo podría alejarme
de esto? No, finalmente me decidí. No podría darle la espalda a esta mujer, aún
si esto significaba arriesgar mi propia vida. No soy un hombre valiente, ni soy
atlético. No sé donde encontré el coraje moral y la fuerza física, pero una vez
que había decidido finalmente ayudar a la chica, me volví extrañamente
transformado. Corrí detrás de los arbustos y jaleé al asaltante lejos de la
mujer.
Forcejeando, caímos al piso, donde luchamos durante unos
minutos, hasta que el atacante se puso en pie de un salto y escapó.
Jadeando fuertemente, me levanté con dificultad, y me acerqué
a la chica, que estaba en cuclillas detrás de un árbol, sollozando. En la
oscuridad, apenas pude ver su silueta, pero ciertamente pude percibirla
temblando y en shock. No queriendo asustarla de nuevo, primero le hablé a
distancia.
"Está bien", dije en tono tranquilizador, "El
ladrón huyó, estás a salvo ahora".
Hubo una prolongada pausa, y entonces oí las palabras,
pronunciadas maravillosa y sorprendentemente: -¿Papi, eres tú?
Y entonces de atrás del árbol, salió caminando mi hija más
joven, Katherine.
Dios tiene la manera de permitirnos estar en el lugar adecuado en el momento indicado.
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